miércoles, 20 de noviembre de 2013

La pasión según Lispector

Hay libros que parecen peldaños, piedras que asfaltan un camino, el de un género, el de una literatura. Uno más dentro de un conjunto, distinto del resto a causa de ese infinitésimo que es el gusto personal. Y hay otros que constituyen algo así como límites, cimas, vértices que solo pueden alcanzarse por tangencia, no digeribles al ciento por ciento, como si estuviesen conformados de una materia que va más allá de lo literario e incluso –aparentemente- de lo humano. Lapasión según G. H., de Clarice Lispector forma parte de estos últimos. Acabada la lectura hace unas horas, todavía no logro recuperarme de mi asombro. Parece el libro de una inmortal que hubiese destilado la sabiduría y la filosofía y la psicología de la especie. ¿Es un libro místico? ¿Es un libro experiencial? ¿Es un texto simbólico? La maravilla conduce directamente al desconcierto y a la incapacidad de urdir categorías. No aún, de momento. La propia autora sugiere en una nota inicial que este libro está destinado a las personas de alma ya formada. Sutilísima manera de discriminar  a los lectores de su obra. No sé si es mi caso (lo del alma formada), pero he paladeado esta novela de principio a fin como un plato exquisito e irrepetible. Esta novela está escrita en 1964, cuando Clarice Lispector tenía 44 años. Hay personas que logran la inmortalidad con muy poco años. 


domingo, 17 de noviembre de 2013

Para qué novelistas en tiempos de facebook

Por qué seguir escribiendo. Para qué novelistas en tiempos de facebook. El religioso Joaquin de Fiore ya habló en el siglo XII del advenimiento de una edad del espíritu en la que no existiría la guerra y las palabras y las ideas fluirían sin rozamiento de una boca a otra, de una mente a otra, por muy distantes que estuviesen la una de la otra. Esa edad ya ha llegado. Monjes recluidos delante de sus pantallas, compartiendo información, emociones, alabanzas. Por qué demorar la gratificación inmediata de un ‘me gusta’ durante un año, quizás una década, quizás hasta nunca. Un escritor sigue siendo de algún modo un disidente. Tal vez no renuncie a la temporalidad breve del tweet o del estado pero mantiene su creencia en el medio plazo, en un organismo que requiere el cuidado de años, que crece y es capaz de negarnos y, finalmente, de abandonarnos. La fulguración ingeniosa satisface el ego cuando encuentra respuesta, pero necesitamos creer que el calendario traerá algo más que una sucesión de instantáneas más o menos merecedoras de aplauso. No solo el acontecimiento, también buscamos la historia. Y la historia procede y avanza a través de demoras y ocultaciones, pero sobre todo de resonancias y repeticiones. Un escritor sabe (debe saber) que la visibilidad absoluta y la inmediatez desmagnetizan su palabra. El escritor es un animal de penumbra. Puede que aparezca como conectado, es cierto, pero eso no es sino parte del juego de la ficción. Esa lucecita verde, como el iceberg, esconde un poso de palabras que se buscan en la sombra. Lo subitáneo gravita alrededor de una materia oscura que, metáfora del universo, conforma el grueso de la escritura.

viernes, 1 de noviembre de 2013

La belleza de las armas

Todo un descubrimiento el de este autor estadounidense, Robert Bringhurst. Felicidades a Kriller71 y a los lectores que se hagan con él. Os dejo un poema a modo de cata:



DEMÓCRITO
I
Tener hijos es aún más peligroso,
dijo Demócrito, que comprar un espejo,
aunque extrañamente esa riqueza surja con facilidad —
una cama y dos libros,
pan y fruta y un par de zapatos duraderos.
A pesar del mal gobierno hacía buen tiempo,
pero después del corazón, lo primero
en agriarse es el agua.
La residencia de verano del demonio es el alma. 


II

Lo que es no es más que lo que no es;
el es, sin avance sobre el no-es. El es
es no-es con ritmo.
Al tocar y girar, el no-es es el es.
No ser es fundamental. Así como el silencio es,
el no-es, es — durante, antes y después del sonido.
El no-es está en todas partes. En ti. Afuera.
La presencia no es más que la ausencia que marca el tiempo.


III

Aquello que se despega de lo que no tiene bordes, tiene bordes.
Se seca hasta ser luz, se enciende hasta ser fuego.
Juzgo que fuego y mente son
redondos, aunque el conocimiento sea siempre
asimétrico, como las hojas del olmo.
Nariz, ojos, orejas, lengua
y dedos son dedos — todos los dedos
que tantean en busca de huellas en el aire intermitente.


IV

Somos esos gigantes y con tanto esfuerzo estamos
aquí, meros contornos en el polvo y nuestras
sordas manos gritan tan alto.
La sangre diáfana, el hueso
diáfano, y tan pequeña se hace la verdad mientras se desmenuza y nada
dentro y fuera de los intestinos,
flotando a través de la red de la oreja, la red del ojo,
el tamiz de la palma de la mano.


V

Un hombre tiene que estar siempre listo
para morir, así como el sonido tiene que estar siempre listo
para el silencio. Hay, por supuesto, anhelos opuestos,
llamados información y música, pero llámenlos
risa o llámenlos beatitud, 
un buen chiste es lo máximo que se puede pedir.


VI

Los ritmos incontables mundos 
incontables — más en algunos sitios que en otros.
El movimiento, al examinarlo más de cerca, se revela
limitado a la reverberación y a la caída. 
Nunca mires hacia abajo sin volverte.
Nunca vivas de espaldas a las montañas.
Nunca cosas una red de espaldas al mar.


VII
Así la tierra migra hacia el sur cada verano.
La mente cambia de plumaje en el norte como un pato silbador
y resurge, cazando o pastando, en otoño,
cabalgando el vendaval,
la mancha de la voz como una impresión de la mano a intervalos
en el cordaje desatado.


VIII

Casualmente, observarás,
dijo Demócrito,
que el águila tiene los huesos negros.