lunes, 27 de agosto de 2012

Aplicación Hopper


Creo que existe un filtro Hopper, igual que existe un filtro Valencia o un filtro Walden (Instagram). Retiro lo dicho. No hay un filtro Hopper, sino varios, y la obra del pintor norteamericano es en sí misma una aplicación que sirve para mirar al mundo y sonsacarle a su misterio un puñado de hermosas imágenes. He aquí algunos de los filtros que se me ocurren a botepronto de esa aplicación Hopper, de esa máquina Hopper.

1.-Filtro giro romántico de noventa grados. Tomemos un cuadro de Caspar Friedrich. Mejor dicho, imaginemos que somos Caspar Friedrich, un Caspar Friedrich del siglo XX. Decidimos entonces que, en lugar de representar a nuestros personajes de espaldas y observando un paisaje imponente, los representaremos al bies, mirando algo desconocido que no figurará en el cuadro. Eso desconocido implica a la imaginación del espectador. Puede ser algo banal, probablemente lo sea. Tampoco descarto lo maravilloso. De hecho yo opino que todos los seres de este mundo son maravillosos. El de Hopper es un romanticismo inmanente y elíptico, el único disponible en los tiempos que corren.
 

2.-Filtro Espinario. En muchos cuadros de Hopper la apariencia de sus protagonistas es de ensimismamiento. Hombres y mujeres (sobre todo mujeres) absortos en una tarea que reclama toda su atención, algo que produce una curiosidad insoslayable en el espectador, un efecto de inmersión, un deseo imperioso de ubicarse en lugar del personaje.
 
 

3.-Filtro Laocoonte. Casi todos los cuadros de Hopper parecen fotogramas perdidos de alguna película. Reflejan momentos pregnantes, el punto de tangencia entre un arte del espacio (la pintura) y un arte del tiempo (el cine).  Lessing estaría orgulloso de Hopper. Hay una historia detrás de cada cuadro de Hopper. Por eso Hopper le gusta tanto a tantos escritores.
 
 
4.-Filtro Psicosis. Creo que Hopper es fundamentalmente un paisajista. Hasta cuando aparecen personas en sus cuadros la impresión es la de estar contemplando un paisaje. Los cuadros de Hopper nos dicen qué le ocurre a las cosas cando se quedan solas. Los cuadros de Hopper parecen hablar de un mundo postapocalíptico en el que ya no quedan seres humanos. Es terrible. Las cosas se han librado de nosotros, de esos seres que creían saber cómo eran y en qué consistían, y ahora pueden mostrarse libremente, exhibir ante un mundo despoblado toda la siniestra poesía que llevaban dentro.
 

jueves, 9 de agosto de 2012

Batman o la vacuna contra la revuelta


No hay ninguna duda de que la saga Batman de Christopher Nolan funciona como una especie de laboratorio simbólico donde los personajes representan fuerzas y valores que entroncan con lo más profundo de la psique individual y –digamos- social. Sus películas están dotadas de ese onirismo que confunde si cabe aún más a los psicóticos atraídos por la violencia, incapaces de distinguir la ficción de la realidad, hasta tal punto que en Estados Unidos ir a ver Batman a una sala de cine parece haberse convertido en un comportamiento de alto riesgo. Resulta reiterativo (y sintomático), por ejemplo,  el uso que hace Nolan del tópico antropológico del chivo expiatorio. El director se diría heredero de las teorías de René Girard que, como se sabe, convierte al chivo expiatorio en una de las claves de bóveda de su pensamiento (monótono pero resultón, todo hay que decirlo) y que sirve para justificar ‘científicamente’ las bondades del cristianismo. Nolan trae a la palestra cuestiones antropológicas que parecieran desfasadas y latentes y que sin embargo forman parte –más o menos oculta- de nuestro día a día. Basta seguir las noticias para darse cuenta de hasta qué punto resulta útil políticamente la estigmatización de colectivos (controladores aéreos, funcionarios, o lo que se tercie) para justificar medidas impopulares. Mi objeción proviene precisamente de la presentación acrítica de dicho recurso. Recordemos que, en esencia, tanto Harvey Dent como el propio Batman resultan chivos expiatorios que sirven para mantener el status quo, catalizadores para escapar al caos. De hecho creo que la última entrega de la saga constituye una elaborada vacuna simbólica contra los ímpetus revolucionarios que flotan en el ambiente. Es difícil que el espectador no se identifique con la toma de La Bolsa por parte de Bane y sus secuaces o con el deseo de  juzgar a los corruptos y redistribuir la riqueza. Pero la identificación pronto se torna rechazo cuando Bane muestra a las claras su vocación terrorista y genocida, algo que funciona como aviso y objeción para aquellos que buscan cambiar las cosas y que podría traducirse en algo así como ‘ojo, que tras la revuelta contra la injusticia aguarda el caos y una injusticia aún mayor’. Así Bane podría ser Juan Manuel Sánchez Gordillo, el diputado de IU en el Parlamento Andaluz que asaltó hace unos días un supermercado de Mercadona, o el propio Zizek, si nos ponemos cosmopolitas y rimbombantes. Ya se sabe, lo mejor es que todo cambie para que todo siga igual. Lo importante es poderse pagar un viaje a Florencia y sentarse en una cafetería junto al Arno; y si en la mesa de al lado están Batman y su chica, mejor que mejor.

lunes, 6 de agosto de 2012

La imposibilidad de la política


Cada vez resulta más constatable la imposibilidad de hacer política. La urgencia en la toma de decisiones motivada por la crisis económica elimina una de las condiciones necesarias del ejercicio de la política, esto es, la perspectiva del medio y largo plazo y cierto decalage respecto a los acontecimientos de todo tipo que abastecen lo cotidiano. Hubo un momento en el que la disposición de las estrellas servía para tomar decisiones. Cierto que algunas actuaciones (la respuesta a una agresión externa, el remedio a una plaga) requerían la respuesta urgente  de un oráculo o un arúspice pero todo ello admitía como trasfondo una conciencia temporal que aspiraba a lo perdurable. En nuestros días son los vaivenes de la bolsa y de la conocida prima de riesgo los que determinan la actuación política. La diferencia de escala temporal entre los movimientos bursátiles (que transcurren en décimas de segundo) y los ciclos sociales (que se miden en años y legislaturas) produce el indeseable resultado del cortocircuito de la política. Es como si toda una cultura pretendiera gobernarse según el azar del movimiento browniano, algo que genera un estrés difícilmente sobrellevable por parte de sus confundidos ciudadanos. Algunos net.artistas como Lise Autogena y Joshua Portway han conseguido plasmar a mi parecer de un modo bastante efectivo lo dicho anteriormente. Ambos son los creadores de Black/Shoals Market Planetarium, una representación en tiempo real de la evolución de 10000 empresas de valores. Cada corporación es representada en el planetario por una estrella cuyo brillo dependerá de su cotización en ese momento, mientras que las constelaciones se dibujan atendiendo a la afinidad comercial de dichas empresas. Dicha obra se expuso por primera vez en  la galería de la Tate Modern de Londres en 2001 y fue nominada al Premio Turner Alternativo en 2002. Su título pretende rendir un irónico homenaje a la conocida fórmula de Black-Scholes que permite cuantificar el valor de una acción de bolsa y por el que sus creadores (pertenecientes a la famosa escuela de Chicago) fueron recompensados con el premio Nobel de economía en 1997. Sin embargo, la fórmula Black-Scholes también dio lugar a uno de los desastres más sonados en la historia de los mercados de valores. En 1998, el fondo de inversión gestionado por Scholes y Merton de Capital a Largo Plazo se declaró en quiebra con pérdidas de casi tres mil millones de dólares que amenazaron la estabilidad financiera en todo el mundo. Paradójicamente, estas pérdidas se atribuyeron a las limitaciones de los modelos utilizados por los académicos. La similitud fonética de Black Shoals y Black-Scholes subraya el hermetismo y la falta de transparencia de las nuevas finanzas cuantitativas. Mediante la transposición de Sholes por Shoals (banco de arena, aguas poco profundas), el título hace referencia al peligro que las costas rocosas constituyen para los barcos. La oscuridad, las tormentas y los naufragios son las imágenes que vienen a la mente, y apuntan claramente al fondo de inversión de Capital a Largo Plazo.