domingo, 26 de febrero de 2012

Castillos en el aire



He visitado la exposición Castillos en el aire de Hans Haacke en el Reina Sofía. Está bien, muy bien. Me parece una exposición oportuna. Por si no lo saben la cosa va, entre otras cosas, de urbanizaciones al sur de Vallecas que quedaron (en su mayor parte) a medio hacer o, directamente, como meros proyectos. Haacke le saca provecho a las resonancias que emanan de los nombres de las calles fantasma: Calle del arte minimal, Calle del hiperrealismo... No es coña no, los promotores y los concejales de urbanismo a veces tienen ocurrencias brillantes. Me recordó a la escena de una novela que ando preparando. Es cierto que -de nuevo- la realidad ha superado mi imaginación. Hace tiempo esto (que la realidad supere la imaginación) me parecía frustrante y doloroso, algo así como una derrota de la ficción a la que yo intuía todopoderosa. Pasan los años y uno se va acostumbrando.

-¿Ves esto, Nabil? Es un cascote, solo eso. Una mismidad anodina. Un nombre. Sería un milagro hacer este objeto imprescindible, dotarlo de cualidades de modo que su posesión nos pareciese valiosa. Esto es zazen. Solo una mente entrenada y despierta es capaz de lograrlo. El publicista es el anacoreta subido a su columna. Necesita el desierto a su alrededor para poder enfocar con mayor claridad dentro del caos de las imágenes. Examina sus emociones, sus sensaciones, sus ideales, y acaba haciendo un bloque con ellas, fabricando un peldaño más en la escalera que lo llevará a la sabiduría. ¿Qué es la Coca-Cola? Es una proyección universal y democrática, es una actitud indolente, es el vigor de la juventud, todo ello bajo el envoltorio de una bebida refrescante. La publicidad y la proliferación de imágenes son las dos caras de una misma moneda. El flujo de imágenes causa confusión y estupor. La publicidad las recoge en haces, las envuelve y empaqueta convenientemente. Las imágenes quedan atrapadas en el objeto y al mismo tiempo flotan sobre él. El objeto publicitario es onda y partícula, potencia y acto, descansa en el estante de un supermercado y al mismo tiempo se propaga por la superficie del planeta. Es la libélula azul posada sobre la superficie rugiente del océano. Nosotros, Nabil, podríamos hacer lo mismo con este cascote. Este cascote condensa nuestra contemporaneidad, representa la avidez, el dinero fácil, los activos tóxicos, la ruina moral y económica. Deberíamos envasarlos y distribuirlos a las grandes cadenas, por miles y millones. Cada casa debería tener uno de ellos luciendo sobre la estantería, metonimia del hogar que nos acoge. Hay algo de todos nosotros en este cascote, Nabil. Es hermoso. Es romántico. Millones de euros desperdiciados en la construcción de ruinas. Una de las más hermosas obras de arte. Se recordará en el futuro a este país por esto. Hemos construido nuestra propia Roma. Una Roma de ladrillo y cemento. A la entrada de todos estos edificios habrá en un futuro taquillas y largas colas de turistas. Nosotros inventamos el arte del siglo XXI: la ruina sobrevenida.

martes, 7 de febrero de 2012

Pocoyó explicado a los adultos

Pocos anuncios han desatado tantas furias como el archiconocido spot de telefónica que hace uso de la estética y la ética asamblearia del 15M, hasta el punto de que dicho anuncio ha generado su propia deconstrucción desde dentro del movimiento:




Los telespectadores afectados se declaran ofendidos por el aprovechamiento comercial de un loable movimiento ciudadano –supuestamente- ubicado en las antípodas del Moloch capitalista. Resulta difícil de explicar o, al menos, exige un ejercicio de paciencia y sano distanciamiento por parte del interlocutor, el hecho de que, al contrario de lo que se pueda pensar, los publicistas contratados por la multinacional no hacen sino reflejar la dinámica de trabajo habitual dentro de sus departamentos. Si hubiese que remitirse a la bibliografía, ahí están La conquista de lo cool o El nuevo espíritu del capitalismo, para justificar y probar lo que digo. El tercer estadio del capital (me remito a la terminología del segundo de los libros citados), surgido en las corporaciones estadounidenses de los años sesenta, se basa en un igualitarismo avant la letre donde las ideas de cada individuo pueden y deben ser aprovechadas para el bien común de la empresa. Pueden ahorrarse la bibliografía y ver simplemente la serie Madmen para hacerse una idea de lo que digo. La actitud asamblearia, como en su momento (años 60) la revuelta contra la alienación del hombre máquina corporativo, no brota naturalmente de las calles sino que es el propio sistema económico el que inevitablemente se adelanta a las actitudes políticas (en su momento las empresas publicitarias de Madison Avenue y, tras ellas, el resto).




Desde el sistema educativo hasta los dibujos de Pocoyó inciden en la idea de trabajo en red, preparando a las nuevas remesas de retoños en los hábitos del capitalismo digital en el cual vivimos y viviremos en el futuro. La asamblea existe porque es rentable. Primero fue la empresa y después la política. Los publicistas de telefónica, pese a quien pese, solo constatan este hecho.

domingo, 5 de febrero de 2012

Nueva poesía vertical


Acaba de aparecer una nueva edición de La poesía vertical de Roberto Juarroz, esta vez en esa colección con sello de inmortalidad (espero que la crisis y los programas educativos al menos nos dejen eso) que es Cátedra. Juarroz es uno de los autores más interesantes y exquisitos que dio la segunda mitad del siglo XX. El magnífico prólogo y la selección de poemas han corrido a cargo de Diego Sánchez Aguilar. Diego es uno de mis mejores amigos, de modo que la alegría para mí es doble, como lector y como colega. Estamos todos de enhorabuena.


El mundo es el segundo término
de una metáfora incompleta,
una comparación
cuyo primer elemento se ha perdido

¿Dónde está lo que era como el mundo?
¿Se fugó de la frase
o lo borramos?

¿O acaso la metáfora
estuvo siempre trunca?