lunes, 15 de marzo de 2010

Conjuntos Bartleby


Reconozco en Alain Badiou una de mis referencias filosóficas inevitables. Badiou cree firmemente que las matemáticas constituyen la verdadera ontología, y en eso le doy la razón. Nada puede pensarse que no sea formalizable en términos de teoría de conjuntos. Pondré un ejemplo muy básico, el de Bartleby, el escribiente. Todos conocen la fórmula bajo la que el personaje de Melville se refugiaba en su inoperancia: I would prefer not to (prefería no). Bajo esa frase pueden esconderse muchas interpretaciones (ríos de tinta han corrido al respecto y talentos como los de José Luis Pardo, Deleuze o Agamben se aplicaron a ello). A mí se me ocurre al menos una desatendida hasta el momento. Se trata de una interpretación conjuntista. El profano en teoría de conjuntos no está obligado a saber que existe un axioma, conocido como ‘axioma de regularidad’ o ‘de fundación’ según el cual (lo diré con palabras, puesto que los blogs se resisten a la notación matemática):

“para todo conjunto x distinto del vacío existe un conjunto y que le pertenece y tal que la intersección de x con y es vacía”


Dicho de otra manera: todo conjunto posee un elemento que no está incluido, es decir, disjunto. Esto que en principio puede resultar paradójico impide, por ejemplo, que existan conjuntos mal fundados, es decir, que se contengan a sí mismos. Lo que asegura este axioma es que todo conjunto posea una alteridad inalienable, elementos de los que, de algún modo, ‘no se sepa nada’. Pues bien, lo que afirmo es que Bartleby es de alguna manera uno de esos elementos, un ser que pertenece –en su caso particular- a un despacho pero que no tiene nada que ver con él. Su ‘preferiría no’ actúa como escudo contra la inclusión de sus elementos (voluntad, sicología, pasado… Vida, en definitiva) en el conjunto mayor: el despacho. Bartleby es un síntoma de la opacidad que subyace a todo conjunto, un mentis a la transparencia absoluta de la que ya habló Vattimo en su momento y que se impone como –lógicamente- imposible desiderátum de nuestros tiempos. Nuestro sistema (si esa palabra le molesta pueden usar cualquier otra, por ejemplo, ‘gran múltiplo’) ya no se conforma con la pertenencia, con usar nuestro cuerpo y nuestro tiempo durante el período laboral. Este ‘múltiplo’ insaciable desea nuestro deseo, es decir, hacerse dueño de nuestra voluntad, de nuestra sicología y de –todo- nuestro tiempo. Quiere que gocemos trabajando, que gocemos nuestro tedio (convertido en ocio por su complejo sistema de producción cultural) y que lo mostremos, para que nada de lo que nos pertenece le pase desapercibido. Frente a ello, la inoperancia Bartlebyana. Frente al múltiplo-Sistema, el múltiplo-Bartleby. El múltiplo-Bartleby impide la pertenencia del sistema a sí mismo, la transparencia total. Bartleby nos salva de la incoherencia. Respetémoslo.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Aunque se hayan volcado ríos de tinta sobre esta cita, nunca había leído nada sobre ella, pese a conocerla. Hecho que me lleva a celebrar tu trabajo, breve pero útil.

Tomo nota de tu blog y de tu trabajo, regresaré en cuanto me sea posible.

saludos,


VD

hautor dijo...

Lo bueno si útil... ya se sabe. Bienvenido, Vanity. Yo también adoro a Paris Hilton y a su chihuahua.

Rubén Martín Giráldez dijo...

Yo diría que esto está admirablemente bien explicado, y soy un profano en (bueno, soy un profano en casi todo).

Volveré a por mi próxima lección. Muchas gracias.

hautor dijo...

Gracias a ti, Célinegrado. Sí, muy pronto daremos la segunda lección sobre teoría de conjuntos.