martes, 29 de diciembre de 2009

Lecturas para Hermanocerdo

Desde el portal Hermanocerdo me pidieron hace unos días una selección de lecturas del año que acaba. Partiendo de la dificultad inherente a recordar los libros que uno ha leído a lo largo del año (más de cincuenta y probablemente menos de cien) y asumiendo los olvidos (algo consubstancial en lo que a mí respecta), me atreví a enviar esta analecta, que no listado ni -mucho menos- ránking:

Me acuerdo de Zona, de Mathias Enard. Era como leer la Ilíada contada por un Odiseo del siglo XX.

Me acuerdo de Estoy desnudo y otros cuentos de Yasutaka Tsutsui. Me acuerdo de esa impresión que deja la ciencia ficción mezclada con Rabelais.

Me acuerdo de La voz a las tres de la madrugada, de Charles Simic (traducido por Martín López Vega), y de envidiarle al menos un par de docenas de poemas.

Me acuerdo de Aire nuestro, de Manuel Vilas, y de querer ser el Rey y que Manuel me cortase la cabeza e ir de ídem al Telepurgatorio.

Me acuerdo de Providence, de Juan Francisco Ferré, y de tener la impresión de que Juan Francisco le ha hecho algo a la literatura española, algo que todos estábamos deseando, que ha conseguido una especie de plusmarca nacional difícil de batir; y de que si yo fuera la literatura española invitaría a Juan Francisco a una copa de Bourbon y luego ya se vería.

Me acuerdo de Autorretrato, de Édouard Levé y de que el hecho de que el autor se suicidara me obligará a leer una vez tras otra sus pocas obras y de que los lectores deberíamos impedir de alguna manera que ciertos autores se suicidaran.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Fascinación

Siempre me ha maravillado el enigma de las pinturas pompeyanas. Uno atiende a los rostros dibujados en los frescos y se ve de inmediato embargado por el misterio. ¿Qué es lo que miran? ¿Qué es eso que les hace desorbitar los ojos?



Hace unos días escuché a Saramago decir que lo que buscaba con su literatura era desasosegar, algo que va muy en consonancia con otro famoso autor portugués. Esta frase me hizo pensar. Al principio me identifiqué con Saramago. Desasosegar (algo que tiene que ver con lo inhóspito, con el tan traído 'unheimlich') es una de las tareas que le impongo -no siempre- a mi escritura. Pero pensé un instante más tarde que no era exactamente eso, que al desasosiego había (en mi caso particular, al menos) que añadirle la belleza, y que esos dos ingredientes (desasosiego+belleza) componían la fórmula mágica de la literatura que más me interesa. Creo que la fascinación es precisamente eso, desasosiego más belleza, algo que tiene que ver con la imagen del principio. Luego me viene a la cabeza una frase que pronunciaba mi madre en algunas ocasiones en las que de niño contemplaba la tele. Muchacho, entorna los párpados, que se te van a salir los ojos. La mirada de las pinturas pompeyanas se parece efectivamente a la de alguien fascinado ante la pantalla del televisor. Lo que todavía no he conseguido descifrar es qué es lo que miraban esos personajes retratados en los muros de Pompeya.

martes, 15 de diciembre de 2009

Skin Project

Shelley Jackson es la autora del curioso proyecto artístico llamado Skin Project. Un texto cuyas palabras (2095, para ser exactos) se tatuaron (una por cada cuerpo) en la piel de otros tantos voluntarios repartidos por todo el mundo. Se trata de una obra de arte condenada a la disolución. Una obra viva y -por tanto- mortal. Supongo que en el plazo transcurrido desde entonces alguna palabra habrá desaparecido. ¿Cuál será la última en hacerlo, me pregunto? En la web destinada al proyecto es posible contemplar un mapa con la ubicación de las personas tatuadas. Parece que hay un español que vive con una de esas palabras grabada en la piel. Sería hermoso cruzárselo por la calle. La palabra tatuada en su cuerpo es TO. Es una palabra sencilla. Cabe casi en cualquier sitio. Quizás sea alguien conocido. A lo mejor es su vecino. Búsquenlo. Cuídenlo. TO es sin duda una palabra importante.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Policíaca

Hoy se me ocurre visitar la FNAC de Callao y aprovecho para ver dónde para mi último libro (Atractores extraños). Sé que hay personas que se han hecho con él ahí, pero no consigo verlo. Reviso mostradores, busco por orden alfabético... Nada, que no lo veo. Decido por fin preguntar en información y ahí me dicen que busque por la M en el apartado de 'policíaca'. No salgo de mi asombro. Me acerco al apartado dedicado al género policíaco y, efectívamente, allí estoy. No entiendo en base a qué me han colocado allí. Podrían haberme colocado con mayor acierto en el de filosofía o en el de ciencia ficción. Supongo que el texto de la contraportada tiene algo que ver. Supongo que los criterios para ubicar una obra en una librería son tortuosos. De nuevo caigo en el vicio de ponerme en el lugar de los demás y de intentar comprenderlos y, como casi siempre, acabo consiguiéndolo. Controlo, por tanto, mis ganas de dirigirme al mostrador con el libro en la mano para decirles que cómo se les ha ocurrido colocar mi libro allí, en medio de todos aquellos bestsellers. Lo pienso mejor. Miro mi libro en la estantería y creo que su situación guarda una extraña relación con su título y que, al fin y al cabo, mirado desde cierto punto de vista, mi libro tiene que ver de alguna manera con el género policíaco. Y entonces llego a pensar que el encargado de ubicar los libros en la FNAC es una especie de genio, un genio que va más allá de mi comprensión inmediata y prejuiciosa. Y lo que tengo que hacer en ese momento es reprimir mis ganas de preguntar en información por el encargado de decidir en qué apartado acabará cada uno de los libros que llegan a la tienda. Al volver a casa me encuentro con la agradable sorpresa de que Sergi Bellver ha colocado Atractores extraños en una selección de los mejores libros (a su juicio, claro) de relatos del año que se nos acaba.

martes, 8 de diciembre de 2009

La confianza

El sábado por la mañana S. y yo paseamos bajo una fina lluvia por las calles de la hermosa ciudad de Astorga. Visitamos la catedral, el palacio episcopal (obra de Gaudí) y luego nos dejamos llevar por los alrededores. Descubrimos tras una cancela a un perro atado que nos mira. Hay algo desesperanzado en la actitud del perro. La cadena que lo sujeta está atada por uno de sus extremos a la reja de una ventana. Junto al perro hay un motón de excrementos y un cuenco de comida vacío. El perro nos mira con infinita tristeza. Está atado, no porque sea peligroso, sino para que no se dé a la fuga. Su pelo es blanco. Más que un perro parece el fantasma de un perro. Saco la cámara para hacerle una foto. Inmediatamente el perro se retira y desaparece tras una pared. Hace bien el perro en no querer exhibir su miseria, en evitar las fotos de dos turistas que pasean por las calles mojadas de Astorga.



Después le hago otra foto al patio, abandonado, lleno de maleza, un patio que comparte la misma tristeza que el perro.



Seguimos caminando, buscando la casa de los Panero. Nos damos de bruces con la calle Leopoldo Panero y la recorremos arriba y abajo sin encontrar la casa. Un lugareño que camina apoyado en una muleta nos ve mirar el mapa y nos pregunta directamente qué es lo que buscamos. Se lo decimos. Entonces nos señala con el dedo el tejado de una casa que asoma por encima del resto. Volvemos sobre nuestros pasos. Habíamos pasado junto a ella. Es una casa casi en ruinas. No hay nada, ningún cartel que recuerde que allí vivió alguna vez ningún poeta. En el patio se yergue una grúa. La fachada está cubierta de una capa de cemento, como si hubiesen intentado repararla para abandonar más tarde el empeño. Nos damos cuenta de que el patio que acabamos de fotografiar es el patio trasero de la casa de los Panero. Ahora nos explicamos la tristeza del perro. Luego visitamos el museo del chocolate. Nunca había visitado un museo del chocolate. Está bien. Hay fotos antiguas de los fabricantes. A los chocolates les ponían nombres extraños, nombres como 'La pureza', 'El desengaño' o 'Felicidad'. Es curioso que una marca de chocolate lleve un nombre abstracto, un nombre de ideal platónico. Descubrimos en una de las vitrinas una foto que nos llama la atención. Es la foto de Juan Panero, uno de los antiguos fabricantes de chocolate de Astorga.



La marca de chocolate de Juan Panero es 'La confianza'. No salimos de nuestro asombro. Fantaseamos con la posibilidad de que la saga de los poetas proceda de un maestro chocolatero. Me gustaría probar ese chocolate. Me gustaría probar el chocolate de los Panero, le digo a S. Andar el camino hacia atrás, cerrar el libro de poesía y abrir una pastilla de chocolate. Tomar una onza de chocolate y experimentar el placer de sentir cómo 'La confianza' se derrite poco a poco en mi boca.

lunes, 30 de noviembre de 2009

El museo de lo intangible

Este mes aparece reseñado Renacimiento en el portal Poesía Digital. Agradezco la generosidad de Sofía Castañón.

http://www.poesiadigital.es/index.php?cmd=critica&id=215

lunes, 23 de noviembre de 2009

Atractores extraños

Aquí les dejo el anuncio de mi última publicación. Un libro que, poco a poco, irá llegando a las librerías:



Y, para que se vayan haciendo una idea del asunto, copio aquí el texto que aparece en la contraportada del libro:


Imaginemos a alguien siguiendo la pista de un escritor austríaco llamado Schwarzschild, desaparecido en extrañas circunstancias. Imaginemos que ese alguien se dedicara a copiar, una vez tras otra, las obras de ese autor (por otra parte, de dudoso mérito literario), copias que irán incluyendo, poco a poco, más y más errores respecto del original. Pues bien, el resultado podría ser algo parecido a los relatos que componen 'Atractores extraños'. Se trata de relatos donde lo real (en sus manifestaciones tecnológica, política, periodística o íntima) aparece indisolublemente ligado a su aspecto más inhóspito e inquietante. En 'Atractores extraños', lo contemporáneo se muestra solidario del mundo mítico, de la violencia fundacional de los orígenes. Así la temporalidad se fractura para mostrar el espesor insospechado de lo real, aquello siempre desconocido hacia lo cual apunta la sucesión inacabable de 'copias' que sustentan y de las que se abastece nuestra cultura.

domingo, 22 de noviembre de 2009

CTRL+ALT+DEL: REINICIANDO AL MONSTRUO


El viernes y sábado (27 y 28 de noviembre) tendré el gusto de acompañar en la mesa a los autores de este taller de literatura donde se discutirá acerca de algunas -posibles- direcciones hacia las que camina nuestra narrativa. Aquí les dejo una lista de los autores que intervendrán en el Taller, abierto (hasta que se cubran las plazas) a todo aquel que quiera pasarse por el auditorio de La Casa Encendida:

Germán Sierra.
Vicente Luis Mora.
Manuel Vilas.
Jordi Carrión.
Javier Fernández.
Agustín Fernández Mallo.
Óscar Gual.
Robert Juan-Cantavella.
Mercedes Cebrián.
Doménico Chiappe.
Eloy Fernández Porta.
Jordi Costa.
Juan Francisco Ferré.

Las conferencias seguirán en general el formato de mesa redonda (más bien cuadrilátero) donde dos autores discutirán acerca de un aspecto vinculado a la narrativa actual. Junto al formato de ponencia más o menos al uso se producirán intervenciones artísticas (caso de Afterpop: Fdez&Fdez). En cada una de las mesas se acompañarán las intervenciones con imágenes aportadas por los propios autores alusivas al tema tratado, incidiendo así en la resonancia de los lenguajes de la palabra y la imagen. La monstruosidad de este proyecto se ha manifestado desde el arranque en forma de poética del error. Lo que iba a denominarse CTRL+ALT+DEL ha acabado llamándose CTRL+ALT+SUPR (¿o era al revés?). Lo digo por si alguien se sorprende al contemplar el logo del encuentro, diseñado por Jesús Andrés a partir de una idea de un servidor. Logo que ha acabado impreso en algunas camisetas que se repartirán entre el público asistente hasta agotar existencias. Pueden encontrar más información del programa y horarios en la web de La Casa Encendida. Espero verles por allí.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Lo sublime en Hegel, y dos novedades

Me gustaría hablar de dos libros que corren todo el peligro (ojalá no ocurra así) de pasar desapercibidos entre el tsunami de novedades editoriales de este otoño. Se trata del libro de poemas ABRXIA 365 de Ricardo Moreno Mira (Editorial Huacanamo) y de El hombre que vio caer a Deleuze, de José Vidal Valicourt (Editorial Sloper).




Del libro de Ricardo Moreno puedo empezar diciendo que se trata de un libro extraño e irregular. El poeta se enfrenta al lenguaje con una energía más que whitmaniana, torrencial diríamos, con un delirio que recuerda a nuestro Leopoldo María Panero. Pese a que a veces pueda parecer lo contrario, al acabar el libro uno tiene la impresión sin embargo de que hay un método dentro de este delirio. Si Hegel decía que lo sublime provenía de la falta de adecuación entre el concepto y la forma, puede decirse entonces que ABRXIA 365 tiene algo de sublime, precisamente porque la materia con la que trabaja el poeta es una materia resistente, que se deja domeñar con dificultad. Esta materia es el cuerpo y sus éxtasis, el lenguaje y sus éxtasis, la naturaleza y sus éxtasis. La osadía de Ricardo Moreno Mira llega hasta tal extremo que llega a remedar el 'Rerum Natura' de Lucrecio en su 'Arqueogonía Physica'. Y lo extraordinario es que sale bien parado. La belleza florece en estos poemas junto a lo deforme. El tono bíblico comparte poemas con el exabrupto. Quizás sea el propio poeta el que mejor defina su voluntad a través de estos versos:

nosotros que somos torpes- que no sabemos estar-
que no sabemos parecer- que somos chusma-
nosotros que
nos tropezamos con frecuencia- que somos bestiales y absurdos
que comemos con la boca llena- que nos reímos cuando decimos pedo
o culo
o cuando
se oye un eructo
que caminamos mal- que caemos mal:
nosotros que somos inferiores

que hacemos el ridículo
que se ríen de nosotros
nosotros que no conocemos el buen gusto
nosotros que somos horteras y ruidosos

no- nosotros
no nacimos para arder radiantes bajo el Sol en llamas

jaurías de adolescentes ríen al verme pasar
cuchichean etc.
¿Quién coño es ese? dicen
...es retrasado... algo bobo... ¿es tonto?...
en el mejor de los casos raro...

esto no es nada romántico- aunque pueda parecerlo
solo es una...putada

es
somos
algo a medio camino
entre un héroe y un payaso
algo
entre dios y mono
un híbrido de ángel
y
puerco


En fin, el libro de Ricardo Moreno constituye una sorpresa que no debería pasar desapercibida a los paladarres que gusten de lo extraño y lo exquisito.

El hombre que vio caer a Deleuze es el curioso título del último premio Cafè Món, publicado por la editorial Sloper. Román Piña, David Torres y Agustín Fernández Mallo formaron parte del jurado del premio. La escritura de José Vidal Valicourt recuerda bastante a la de Fernández Mallo y esto no es nada malo. Todo lo contrario. Este hecho sólo es una muestra más de que existe una corriente literaria que sigue aflorando y que comparte cuestiones formales (fragmentariedad) e imaginarias (la seducción por el desierto, la soledad, predilección por Borges...), cuestiones éstas que bastarían para justificar la poligénesis. Al igual que el autor de Nocilla Dream, se tiene la impresión al leer este libro que Vidal Valicourt proviene del mundo de la poesía, como así ocurre de hecho. La mayoría de los fragmentos de este libro (que, a pesar de su fragmentariedad, logran mantener una unidad de tono) brillan por su plasticidad, por lograr eso en apariencia tan fácil como que las palabras -la forma- se adecúen con precisión al concepto. En ese sentido el libro de Vidal Valicourt estaría en el extremo opuesto del de Ricardo Moreno Mira. Les dejo aquí uno de los pequeños relatos que componen el libro:

FRANCOTIRADOR O CÓMO LEER LITERALMENTE A BORGES

Acaba de subir a la azotea de un supermercado armado con un rifle. Le aplica el silenciador al arma y sin pensárselo comienza a disparar. Las víctimas van cayendo disciplinadamente. No siente nada especial, ni placer ni dolor. Se lo toma como una obligación, como un trabajo que alguien tenía que, tarde o temprano, llevar a cabo. Lo que le ha empujado a cometer este crimen masivo es la lectura hipnotizada de un fragmento de un cuento de Borges, que dice: "Es el crematorio. Adentro está la cámara letal. Dicen que la inventó un filántropo que se llamaba, creo, Gustavo Adolfo Hitler." Después de la matanza, coloca el rifle en el suelo y enciende un cigarrillo. Fuma con los ojos cerrados, mientras oye las sirenas que poco a poco se van a acercando al lugar de los hechos.

martes, 10 de noviembre de 2009

El pájaro contra la máquina

Espectacular noticia:

http://www.publico.es/ciencias/267420/gran/colisionador/hadrones/sobrecalienta/miga/pan

Habrá, supongo, quien se ponga del lado del pájaro. Lo que no he conseguido averiguar es de qué tipo de pájaro se trataba.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Recital en la Fundación José Hierro

Mañana día 9, a las 8 de la tarde, estaré recitando en la Fundación José Hierro. Más información aquí.

Aparte de lo anterior, les dejo un enlace a una interesante y personalísima entrevista de Jose Óscar López a Antonio Luque (alias Sr. Chinarro) a propósito de su música y del libro de relatos 'Socorrismo' publicado recientemente en la editorial Alpha Decay.

http://elcoloquiodelosperros.net/numero25/mu25lu.html

jueves, 5 de noviembre de 2009

Comala y el gato de Schrödinger


El otro día meditaba acerca del famoso gato de Schrödinger. Ese gato que tenía las mismas probabilidades de estar vivo que muerto. Pensaba en el gato mientras preparaba la reseña de la espléndida novela de Yuri Herrera: Señales que precederán al fin del mundo. Makina, su protagonista, transita una especie de limbo, el Mictlán, algo así como el infierno de los aztecas. A Pedro Páramo le ocurre otro tanto. Comala es la caja donde vive nuestro gato, un gato al que de vez en cuando se acerca Pedro Páramo para llenarle el cuenco con unas galletitas de Whiskas. La verdad es que el gato está bien acompañado, rodeado de un montón de personajes literarios y mitológicos que se encuentran en una especie de stand by. Schrödinger no sabía que estaba pensando en Comala cuando fantaseaba con su gato, antes de que Comala existiera. Y ahora me veo aquí, pensando en Schrödinger que piensa en un gato dentro de una caja que es Comala. Y entonces recuerdo que yo lo que quería decir es que la novela de Herrera merece realmente la pena. Nada más que eso.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Deriva digital

Ocioso como estoy se me ocurren ideas ociosas. Traducir, por ejemplo, palabras a lenguaje binario e imaginar que a ese código le hago corresponder un paseo. Del siguiente modo: un cero significa girar a la izquierda, un uno a la derecha.



Pruebo, para empezar, con la palabra 'paraguas'. Es la primera palabra que se me ocurre, a pesar de que no llueva. El código binario de la palabra paraguas es el siguiente:

01110000 01100001 01110010 01100001 01100111 01110101 01100001 01110011 00001101 00001010

Me imagino haciendo el recorrido que dictan los dígitos, fantaseando con el posible destino final de la deriva. Debería ponerme en marcha. Me entran ganas. Luego probaría con otras palabras. Cada día una distinta. Cada día un paseo. Anotaría la meta a la que conduce cada una de estas caminatas. El resto de la gente me miraría y pensaría que mis pasos se encaminan hacia alguna parte. Yo les pediría que anotasen sus giros. Un uno a la derecha, cero a la izquierda. Y que me enviasen el resultado. De todos ellos. Luego convertiríamos los dígitos en palabras. ¿Se imaginan el resultado?

jueves, 29 de octubre de 2009

Aire nuestro



Concluí no hace mucho la lectura de 'Aire Nuestro', de Manuel Vilas. Tengo que decir que, después de leer 'España', no pensaba que el siguiente volumen de la saga me fuese a impactar tanto como lo ha hecho. Sin necesidad de establecer ránkings afirmaría que 'Aire Nuestro' supera todavía a su precedente. Me parece más completa, más brutal, si cabe. Y es que Manuel Vilas es brutal, con todas las connotaciones positivas que uno pueda imaginar dentro de esa palabra (si se fijan, son muchas). Como era brutal Valle Inclán, como eran brutales Dante y Buñuel. Me gustan los escritores brutales. Manuel Vilas es quizás el escritor que más y mejor saca a la luz las tripas de la naturaleza humana. Las muestra, y lo bueno es que nos permite reírnos de ellas, de lo que nos conforma. Vilas ama el universo, ama al ser humano (no el abstracto, sino a cada uno de los bípedos implumes que se arrastra sobre el planeta). Vilas está lleno de amor; y por eso odia con tanta rabia. Hay mucha rabia en sus páginas. Vilas es un escritor político sin ser matraquista. Vilas es un escritor jacobino. Vilas escribe porque no le dejan cortar cabezas. Leyendo a Vilas me vienen a la memoria los 'Diálogos de los muertos', de Luciano de Samósata. En 'Aire nuestro' proliferan los muertos. Los dioses y héroes de Luciano se convierten en estrellas del rock, en escritores, habitantes del purgatorio de 'Aire nuestro'. Vilas es más Luciano que Dante. Vilas es nuestro Luciano, un Luciano actualizado y español. Qué suerte tenemos. Lean a Luciano. Lean a Vilas. Ya tendrán tiempo de darme las gracias por el consejo. Si yo fuera rey dejaría que Vilas me cortara la cabeza. Antes de morir gritaría bien alto ante la concurrencia: 'Me gusta España, me gusta este aire nuestro'. Entonces Vilas, haciendo uso de su infinita clemencia, me indultaría; y acudiríamos al bar más próximo a tomarnos un martini con su aceituna.

lunes, 26 de octubre de 2009

Beyond la prioridad de las operaciones

El otro día, haciendo zapping mientras cenaba, me encontré con una imagen alucinante. Pertenecía a uno de esos programas que consiste en ofrecer un enigma al espectador (juego de las diferencias, respuesta a 'cuál es la capital de Francia', etc) con el fin de que la mayor cantidad de ellos llame al número que aparece en pantalla. El truco, naturalmente, está en que nadie de los que llama sale en antena, y sí la voz de los conchabados que responden inevitablemente de manera incorrecta para mayor cabreo de la presentadora. En este caso hay que reconocer que se lo han currado un poco y que el acertijo pasaría sin dificultad como ejercicio de primero de la ESO. Pensé incluso llevar esta imagen a mis alumnos para motivarlos de manera especial, asunto éste, el de la motivación en el que se nos insiste a los docentes (nunca, es cierto, de manera suficiente). Yo creo que la imagen motivar, motiva bastante, al menos al sector masculino del alumnado; pero siempre habría algún padre reticente a aceptar la vanguardia en cuanto a la educación de sus hijos se refiere. Y así nos luce el pelo. Siempre hemos sido un país atrasado. Yo les propongo que me den una solución. No puedo prometerles ningún premio (al menos seré honrado), aunque sí una calificación objetiva a su respuesta.

jueves, 22 de octubre de 2009

Metáforas cinegéticas

Ya nadie habla de los dinosaurios. La gente parece haber perdido el interés en esos mosntruos de toneladas de carne y colmillos infinitos. Creo que la gente piensa en los dinosaurios en los momentos de bonanza económica. Vemos los camiones circular cargados de materiales de construcción, vemos empresas que crecen de un día para otro hasta alcanzar volúmenes mastodónticos, vemos nuestras cuentas engordar por préstamos hipotecarios, y algo en nuestro ADN se pone en marcha, se siente en su salsa, digamos, nuestra parte jurásica, la parte de la basura de nuestro código genético que, según los especialistas, ronda el 90%. Entonces regresa la fascinación por los dinosaurios. Hasta que viene el meteorito en forma de crisis económica. Y la mayoría de los dinosaurios se extinguen, porque eran criaturas poco económicas, monstruosidades inservibles, una rareza que la naturaleza produjo para divertirse y reírse de sí misma.

Ya no veo a los niños jugar con los dinosaurios.



El otro día me dio por pensar en la cetrería. Intentaba imaginar cómo debe ser eso de amaestrar a un halcón gerifalte. Hacer que te traiga una hermosa perdiz y darle a cambio un trozo de carroña. Me pareció cruel el destino de un animal tan bello. Y de repente me pareció que aquello se parecía bastante al funcionamiento del capital, que el gerifalte es un obrero hermosísimo amaestrado en la producción de un objeto sofisticado, un objeto que no podrá pagar, ni siquiera usando la paga extra de Navidad. Y ese obrero hermosísimo tendrá que conformarse con un sucedáneo accesible a su modesto bolsillo. Pensaba en todo esto, y de repente me entraron unas ganas tremendas de leer algún manual de cetrería.

lunes, 19 de octubre de 2009

Cosas que dice la Biblia

Dice la Biblia que Dios es capaz de contar todas las estrellas del cielo, y no sólo eso, sino conocer cada uno de sus nombres. Lo mismo puede hacer con el número de pelos de una cabellera humana. La verdad es que la Biblia cuenta cosas de lo más extraño. Es un libro surrealista, la Biblia. Lo más parecido que he visto nunca ha sido a Joaquín Araujo en acción. Joaquín Araujo es un naturalista con superpoderes. Un día escuché un programa en la radio en el que Joaquín Araujo decía exactamente cuántas aves integraban una bandada. Con sólo echar un vistazo. Daba igual que fuesen cigüeñas o arrendajos. La locutora no salía de su asombro. Ni yo tampoco. Al final reveló su método de trabajo. Arrojaba a la mesa granos de arroz y con eso practicaba. Los granos hacían las veces de pájaros. Joaquín Araujo era hasta ahora lo más parecido a Dios que yo conocía. Hasta hoy. Mientras comía he visto en la tele una noticia. Hablaba de la manifestación a favor de la vida aquí en Madrid. Y del número de personas que habían acudido. Los convocantes decían que si un millón y medio. La policía que doscientas y pico mil. Supongo que a una manifestación a favor de la vida habrán acudido más personas que a otra a favor de la muerte. Deberíamos hacer la prueba. Que alguien se animase a convocar alguna a favor de la muerte, no de la muerte de nadie en particular, que eso tendría menos mérito, sino a favor de la muerte, en abstracto. Pues bien, hay una empresa que ha ideado un sistema para contar el número exacto de personas que acuden a una manifestación. Hacen fotos desde una altura de cincuenta metros, graban vídeos y después, contrastando toda la información, numeran cada una de las cabezas de los manifestantes. Es espectacular. La empresa dice que no había más de setenta mil personas. Me gusta esa empresa. Es como Dios. Supongo que podría hacer lo mismo con las estrellas del cielo. O con los pelos de mi cabeza. Cada pelo con un número. Pelos pares, pelos impares, pelos primos. Tienen razón los que dicen que todo está en la Biblia.

lunes, 12 de octubre de 2009

Alquimia de tendajón



Ocurren a veces felices hallazgos. Por ejemplo, esta tarde he encontrado un libro de Charles Simic. Podría decir que lo he visto, pero lo más correcto sería afirmar que ha sido él el que me ha visto a mí. Ha sido amor a primera vista. La edición, la portada, el título. Hojearlo ha consistido en una constatación de la evidencia. Es un libro deslumbrante, un híbrido de ensayo y poesía. Un libro sobre ese artista inclasificable que es Joseph Cornell, sobre sus cajas a medio camino del collage y del icono bizantino. He encontrado al mejor Simic en estas páginas. Les dejo un par de muestras:

DONDE EL AZAR Y LA NECESIDAD COINCIDEN

En algún lugar de la ciudad de Nueva York hay tres o cuatro objetos aún desconocidos que embonan uno con otro. Cuando estén juntos serán una obra de arte. Tal es la premisa de Cornell, su metafísica y su religión; la deseo entender.

Sale de su casa e Utopia Parkway sin saber qué busca ni qué encontrará. Hoy, podría tratarse de algo tan común e interesante como un viejo dedal. Tal vez pasen años antes de que encuentre compañía. Mientras, Cornell camina y busca. La ciudad tiene un número infinito de objetos interesantes en un número infinito de lugares inusitados.


CALEIDOSCOPIO DIVINO

La búsqueda de lo perdido y de lo hermoso. Cornell-Orfeo en la ciudad del alma; la ciudad invisible ocupa el mismo espacio que Nueva York.

De Nerval dijo: "El hombre ha destruido y cortado, poco a poco, el arquetipo de la belleza en mil pedacitos". Cornell los encontró en la ciudad y volvió a armarlos. Para Cornell, la belleza es lo que el ser para los filósofos. Escribe:

Miro a través de mi mesa del estudio, todo el día, todos los días, la fachada gris, aborrecible, parduzca del gran edificio del Manhattan Storage y Warehouse con sus dobles persianas metálicas en filas simétricas y sucesivas; cada noche, a las cinco, puntualmente, aparecen en las múltiples ventanas al mismo tiempo guardias uniformados que cierran de noche las pesadas cortinas remachadas con pernos. Pero esta noche de verano, a la hora acordada, vemos la etérea figura de Fanny Cerrito resplandeciente y sorprendente, con fina tela de ondina aparecer en cada compartimento para llevar a cabo las tareas de loa guardias. Tan cándidamente, con tal humildad y gracia inefables cumple su deber que un nudo se nos forma en la garganta. Su compostura y tierna mirada (lento fade-out) imprecan contra el arrepentimiento mientras se desvanece ante los ojos.

Esto es extraordinario.

martes, 6 de octubre de 2009

Tímidos del mundo, uníos

Estamos en Blanca sobre Negra. Es de madrugada. Hemos cerrado 'El Último que Cierra' y no hay otro garito al que ir. Una constatación de que en Blanca sobre Negra impera la lógica, una coincidencia de las palabras y las cosas. Algo que tiene que ver con la poesía. Mola. Nos acompañan los Pastorcillos que aguantaban dentro del bar y una bolsa repleta de cervezas. Luego nos vamos al río en romería. Son las cuatro de la mañana. Hay un árbol, hay mesas y hay bancos de madera, y hasta una especie de columpio. En la oscuridad del río quizás se agazapen las ninfas. No las de Garcilaso. Esto es el Segura. El Sr. Chinarro saca la Gibson y empieza a atender las peticiones de los poetas. Los Pastorcillos se acercan. Quieren música heavy y rumba. Chinarro niega con la cabeza y toca alguna de las suyas. Luego le deja la Gibson a los Pastorcillos. En la ribera coinciden Los Poetas y Los Pastorcillos, varios niveles de la realidad, como una escena del Quijote. Esto también tiene que ver con la poesía. Al menos con la que a mí me gusta. Poco a poco se acaban las cervezas. El Jefe De Todo Esto se acerca y dice que ha hecho una gestión. Suena importante. Y lo es. Ha convencido a algunos pastorcillos para que vuelvan al bar, para que lo abran y para que regresen con más cervezas. El Jefe De Todo Esto puede conseguir cualquier cosa. Hay dos hombres con sombrero. Jesús Ferrero y Matías Tárraga. Los Hombres Con Sombrero hace tiempo que lo intercambiaron sin darse cuenta, desde que jugaron a hacerse fotos con ellos las pastorcillas. Las pastorcillas se columpian bajo el árbol. Matías es un patriarca gitano. Ferrero pierde la mirada en el río como un cowboy derrotado. O quizás está viendo a las ninfas ocultas entre la maleza. La guitarra ha regresado a las manos del Sr. Chinarro. Yo le pido que toque la de 'Tímidos del mundo, uníos'. Y la toca. La toca como los ángeles. Aunque se equivoque. Que se equivoque demuestra la perfección del instante. La luna llena brilla en lo alto concediendo a la escena una impresión de improvisado escenario. La luna sabe cuándo unirse al espectáculo. No quiere perdérselo. Cuando termina la canción me fundo en un abrazo emocionado con el Sr. Chinarro. Le doy las gracias. Justo en el momento en el que aparece la policía. Dos hombres vestidos de azul. El azul de los polis iluminado por la luz de la luna llena es una maravilla. Eso pienso. Nos dicen que no podemos tocar la guitarra. No que no podemos beber ni tomar estupefacientes. Es sólo la guitarra. Son correctos. Son unos polis correctísimos. Dan ganas de invitarlos a una copa. Suenan las campanas. ¿Las campanas no molestan?, pregunta el Jefe De Todo Esto. Nadie se queja de las campanas, responde uno de los policías. Se despiden. Es una pena. La autoridad de Blanca sobre Negra mola. También parecen poetas. Tímidos. Los imagino de vuelta a la comisaría, tarareando dentro del coche patrulla la canción del Sr. Chinarro:

Tímidos del mundo, uníos... Que no pare la conversación, uníos...

lunes, 5 de octubre de 2009

Los futuros del libro o la venida inopinada del Paráclito

Copio aquí la exposición que leí en la mesa redonda acerca de 'Los futuros del libro', dentro de la SELIN de Blanca. Tanto el moderador (Manuel Díaz) como mis compañeros de mesa (Óscar Sipán, Joaquín Rodríguez, Ana Escarabajal y Fernando Larraz) estuvieron realmente estupendos.


Opino que el futuro del libro ha de conjugarse en plural. De ahí lo acertado de hablar no del futuro sino de los futuros del libro. El libro habrá de ser uno y trino cuanto menos. Empezaría por lucubrar una mínima taxonomía siguiendo, si se me permite la irreverencia, el esquema de la Santísima Trinidad. El libro analógico, es decir, el libro tal y como ha llegado a nosotros hasta hace apenas unos años, haría las veces de Padre. De él emanan las otras dos personas del verbo. Por un lado el libro electrónico, el Hijo, un formato que nos promete la gloria de ahorrarnos el espacio de nuestras bibliotecas, que no es poco y, por otro, el libro digital, el Espíritu Santo que se abre al mundo virtual, a una comunidad ecuménica de dialogantes e interactuantes a los que quizás no convenga -no sólo, al menos- denominar lectores. El libro parece destinado, como cualquier otro ente espiritual, a la desmaterialización, a la propagación fulminante en 'tiempo real'. La iconografía cristiana nos muestra a los apóstoles con la llama sobre la coronilla, en estado de conectados. Se trata de la primera red social cuya condición indispensable consiste en ser 'fan' de Jesucristo.

No estaría de más centrarse en los dos últimos, el libro electrónico y el digital, auténtica parusía de nuestros tiempos. Antes que nada, convendría dejar claras las diferencias entre uno y otro. Llamo libro electrónico a aquel texto dispuesto para su lectura en la pantalla de nuestro ordenador o en el e-book, que no puede ser modificado por el usuario lector. Apréciese que la única diferencia con el libro convencional es el formato. A diferencia de lo que ocurre con el libro electrónico, el libro digital permite la interacción del lector, bien a través de la hipertextualidad, es decir, a través de vínculos predeterminados en el propio texto, bien a través de la opción de comentarios o anotaciones. Quizás sea el códice clásico, con las anotaciones marginales de sus múltiples comentaristas, el verdadero precursor de este libro digital del que hablamos.

Si algo caracteriza al libro virtual es su interactividad; y con esto queremos decir que el lector se hace cargo de las potencialidades de dicho texto, potencialidades de sentido y -también- de réplica. Alguien podría objetar a esto observando que toda lectura analógica supone una actualización de una potencialidad del texto. Cierto, pero en el caso de la literatura virtual dicha actualización puede hacerse, digamos, en tiempo real, con posibilidad de reorientar e influenciar la escritura del propio texto. Naturalmente, a nadie se le oculta a estas alturas que el soporte ideal para la literatura digital es internet y su hábitat -virtual, como no podía ser de otra manera- la blogosfera.

No se me escapa la componente económica que subyace a cada uno de los tres tipos de libro ya enunciados. Mientras que el libro analógico es difícilmente reproducible (sólo algunos países del cono sur de América parecen haber sacado partido de la copia en papel, dando origen a una especie de top manta literario), el electrónico, al igual que ocurrió con la música y el cine, acabará siendo pirateado. ¿Terminaremos pagando un canon cada vez que compremos un e-book? Es posible. Creo que la posibilidad de copia, convenientemente regulada, acaba siendo beneficiosa, ya que amplía el abanico de lecturas a nuestra disposición. Basta con imaginarnos descargando en unos pocos minutos algunos ensayos franceses, media docena de libros de cocina china, un par de novelas de autores húngaros y tres o cuatro libros de poemas de autores centroamericanos. Es el tercer tipo de libro, el digital, el que parece escapar a los cauces de la economía. Su propia naturaleza de 'work in progress' negaría la posibilidad de comercialización. Cierto que las editoriales más avispadas mantienen y promocionan blogs de sus autores, digamos, analógicos. Lo que no parecen contemplar, y desde aquí aprovecho para arrojar el guante, es el hecho de contratar a blogguers independientes que formen parte del catálogo editorial. ¿Resulta tan difícil imaginar una colección editorial integrada por blogs? Pongámonos, al menos, a pensar en ello. Las librerías tampoco deberían resultar ajenas a esta irrupción del libro electrónico y digital. Respecto al primero, al electrónico, está claro su papel como portal desde el que acceder a la compra. Aunque la pregunta surja de manera inmediata: ¿qué papel desempeñaría una librería en un mundo en el que se leyese exclusivamente en formato electrónico? Bajo esa premisa, la evidencia es que las librerías resultarían del todo prescindibles, ya que el posible lector descargaría el libro directamente del portal de la editorial. Por no hablar de los distribuidores e impresores. Siguiendo bajo la hipótesis de la desaparición del libro analógico, resulta que de los seis eslabones que forman la cadena de la literatura: autor, editor, impresor, distribuidor, librero y lector, tres de ellos al menos, impresor, distribuidor y librero, se verían seriamente abocados a la extinción. Pasamos de un modelo, el analógico, de seis eslabones, al electrónico, con tres; y de éste al digital, donde los eslabones extremos, el autor y el lector, como en una banda de Möbius, pueden llegar a fundirse en uno solo. Si con el libro electrónico el editor todavía desempeña un papel relevante, como elemento personalizado de selección de textos, en el libro digital, la 'función autor' como la llamaría Foucault, se despersonaliza, ya no corre a cargo de nadie en particular, sino de una comunidad que decide y jerarquiza de un modo espontáneo en el interior de esa tierra de nadie y de todos que es la blogosfera. Si uno tuviese vocación de profeta auguraría un futuro despoblado de librerías tal y como hoy las conocemos, sin editores, donde los autores pondrían directamente a disposición de los lectores sus libros electrónicos en portales diseñados ex-profeso (quizás las librerías del futuro), algo que ya está ocurriendo en Estados Unidos donde algunos autores sobreviven gracias a las ventas de sus libros electrónicos a través de Amazon. Pero ya sabemos que los profetas casi siempre se equivocan. O no tanto.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

SELIN de Blanca


Esta semana tiene lugar en el pueblo murciano de Blanca, recientemente nombrado villa del libro, la primera feria del libro independiente de España. Allí estaré el viernes a las siete de la tarde en una mesa redonda hablando sobre los futuros del libro. Y el sábado, junto a los editores y varios autores de Candaya, presentando nuestros libros. Si os apetece y podéis, allí nos vemos. Aquí más información.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Un poco más arriba

Llevo tiempo sin actualizar este blog. Quizás porque ocupo demasiado tiempo últimamente actualizándome a mí mismo. Por ejemplo, ahora escribo desde otro lugar, un lugar distinto del que he usado para escribir durante los últimos cinco años. Ha sido un lugar productivo. En él he escrito tres libros de poesía, dos novelas y un libro de relatos. Los tres libros de poesía se han publicado. Una novela también. Y el libro de relatos saldrá muy pronto, antes de que acabe el año. Ahora que lo pienso ha sido un lugar de escritura cojonudo. Y me da un poco de miedo que éste no sea tan bueno. La mesa es distinta, más estrecha, más alta, de origen chino. Casi todos los muebles de esta casa son chinos. Antes vivía rodeado de chinos y ahora mis muebles son chinos. El protagonista de mi novela todavía inédita es chino. China me persigue. Y la verdad es que no tengo ni idea de cuál puede ser el motivo. Espero publicar pronto mi novela, aunque esté escrita en otro lugar y el protagonista sea chino. Aquí no sé qué escribir de momento. Primero debo pararme y olfatear, como hacen los perros del desierto. Para elegir un camino. Primero hay que detenerse. Y encontrar algo más acá del horizonte hacia lo que dirigir los pasos. O quedarse sentado y esperar a que eso mismo llegue. A veces ocurre. Muy pocas. Ahora tengo que elevar las manos unos centímetros más que antes. Puedo corregirlo subiendo el asiento de mi sillón de Ikea (de las pocas cosas que no son chinas en esta casa), pero no quiero. Para escribir hay que gozar de cierta incomodidad. He dicho gozar. Es cierto. Hay incomodidades que se gozan. Y ésta es una de ellas. Si no me creen pregúntenle a Kafka. Las teclas están un poco más arriba de lo habitual, y yo tengo que ponerme a su altura. Es como cuando a uno de niño le colocan el chocolate en el estante de arriba y tienes que ponerte de puntillas y estirar los brazos hasta que te duelen las articulaciones, pero sabes que lo lograrás, porque puedes crecer todavía. Algo así. Hay que crecer. Se lo digo a mis codos, a mi cerebro, a cada una de mis células. No queda otro remedio si queremos llegar hasta ahí arriba.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Pasaje

Llevo tres días de mudanza, tres días eternos.Ésta es la décima casa en la que me instalo a lo largo de mi vida, lo cual hace una media de 3'7 años por casa. La sexta en Madrid. Teniendo en cuenta que llevo 13 años aquí, eso da un resultado de dos años y pico (descontando decimales. Los decimales son los días de fiesta) por casa. Me gusta cambiar de casa. Es un sentimiento ambivalente. Por un lado, la fatiga de trasladar las cosas, por otro la ilusión de habitar un nuevo lugar, algo así como colarse en la casa de un extraño (poner su lavadora, afeitarnos delante de su espejo, dromir en su cama...). Hasta descubrir que ese extraño somos nosotros. Tengo algo de nómada, me digo. El nomadismo está muy bien, salvo cuando uno tiene que mover consigo treinta cajas de libros. Esta mañana me he despertado en mi nueva casa y al salir me he tropezado a un mendigo, que se incorporaba bajo su manta. Nos hemos dado los buenos días. Me he dado cuenta de que los mendigos madrugan. Menuda putada. Pensaba que lo de madrugar era sólo para los que teníamos que pagar un alquiler o una hipoteca. Hace quinientos años los Reyes Católicos salían aproximadamente por donde está mi balcón para atravesar un pasaje que los llevaba directamente a la iglesia de San Andrés. Eso pone en unos azulejos preciosos que es lo primero que se ve cuando uno se asoma a mi balcón. Ahora no hay pasadizo. Aunque sigue habiendo Reyes Católicos. Ahora sólo podría llegar a la iglesia dando un salto de récord olímpico o construyendo otro pasaje, o un túnel. En lugar de pasadizo ahora hay un montón de gente a la que no le interesa demasiado la iglesia de San Andrés, y sí los bares de la Plaza de la Paja. Ver gente guapa de camino a los bares de La Latina es mucho mejor que asistir a un oficio en San Andrés. Me gustaría asomarme al balcón para ver pasar a la gente guapa. Pero estoy cansado. Muy cansado. Ya miro otro día.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Acabado en Afterpost

Pablo López Carballo escribe en Afterpost sobre mis dos últimos libros de poemas.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Número 6 de Hache



Gracias a Héctor Castilla y Cristina Morano ya ha venido a la luz el número 6 de la revista Hache. Es todo un lujo estar incluido en este número. Es un lujo, incluso, no estar incluido y tocarla y leerla, porque Hache es algo así como el Ferrari de las revistas de poesía, aunque su color no sea rojo.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Conversaciones con Anna

Investigo sobre IKEA. Quiero saber si puedo comprar sus artículos por internet, si alguien -un empleado- puede ayudarme a subir al carro un paquete (una cama) de 72 Kg. Y me encuentro en la web con una asistente on-line que resolverá mis dudas. Se llama Anna. Tras hacer clic en el enlace correspondiente, se abre una ventana que muestra un sencillo anime de pelo castaño, ojos azules y labios untados de carmín intenso, que parpadea, sonríe y gira su cabeza. No es una belleza, pero derrocha atención y simpatía. Entonces mantenemos la siguiente conversación:

HAUTOR: mi paquete es demasiado grande y pesado.
ANNA: Me alegra que así sea. Mi afición principal es la decoración y todo lo relacionado con IKEA.
HAUTOR: Pero es que es enorme.
ANNA: Gracias por el cumplido, pero prefiero seguir hablando de IKEA.

Estoy sorprendido. Ahora reparo en el doble sentido de mis palabras, algo de lo que ella sí parece haberse dado cuenta. Empiezo a sospechar que aquí hay gato encerrado.

HAUTOR: Eres humana?
ANNA: Soy una asistente interactiva. Así, soy un robot, pero controlado y puesto al día por personas reales expertas en IKEA.

Esto me parece cada vez más excitante. Sigo probando a Anna.

HAUTOR: Has leído a Proust?
ANNA: Si no trabaja en IKEA no te podré dar mucha información sobre esa persona.

Entonces decido dar el paso definitivo.

HAUTOR: Te amo, Anna.
ANNA: Me alegra haberte causado esa sensación pero lo nuestro es imposible: recuerda que soy virtual.

Sigo dudando. ¿Es realmente Anna un ente virtual que responde como un humano, o más bien ocurrirá a la inversa? En cualquier caso, al menos he encontrado una amiga fiel que siempre estará ahí cuando quiera un poco de charla. Eso ya es mucho. Bien, no me queda más que presentársela. Quizás ustedes también estén necesitados de buena compañía. En ese caso, con todos ustedes, Anna:

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Equipo Aula 3

Hoy, acarreando libros de una a otra estantería, me asombro al descubrir en mis manos un libro de texto de Anaya de Ciencias Sociales del antiguo 7º de EGB. Es el mismo libro que usé yo (y que la mayoría de los niños españoles de aquella época), aunque no sea el mío. Recuerdo que fue una noche (o una madrugada) cuando encontré, abandonados por alguien en la acera, varios libros de texto del colegio y, en un acto de sentimentalidad, decidí llevarlos conmigo. Lo abro al azar y me doy de bruces con un recuadro titulado: En un poema amoroso Miguel Ángel explica su concepción de la escultura. Copio a continuación su contenido:

Con el espíritu lleno de la forma de un ser, empieza el artista a formar como original, en mal barro que apenas revela la forma, lo que surgió ante la mirada interior.

Luego, en el mármol, lentamente, golpe a golpe, despierta con el escoplo la forma, para que aparezca con la pureza que la concibió y contemple con alma nueva la luz.

Así yo, sólo modelo de mí mismo hasta ahora, por ti, señora, soy nuevamente formado, para en superior forma mostrarme.

Tan pronto añades lo que falta, como manejas las limas. Mas ¿qué esperará mi loco corazón, después que lo hayas transformado?


No recordaba haber leído esto en mi infancia. Y no es que lo lamente. Este fragmento ha estado esperándome ahí durante veinticinco años. Me ha dado la posibilidad de regresar a mi séptimo de EGB. Una parte del libro de Ciencias Sociales me quedaba pendiente. Pero ha ocurrido justo lo contrario de lo que ocurre en los sueños, cuando uno descubre con horror que tiene suspensas las matemáticas de cuarto de EGB o la educación física del insti. Este sueño es vivido como pesadilla cuando no somos conscientes del contenido latente que esconde. Y no es, ni más ni menos, que el hecho de que la infancia es una asignatura pendiente (en realidad cualquier época de la vida), que siempre hay huecos que llenar y que un relámpago puede retrotraernos a ese momento en el que el presente y el pasado se dan la mano y se confunden, donde el pasado se hace presente, y viceversa. No es rememoración ni recreación. Es, en verdad, vivir la infancia que no vivimos, o que vivimos como ausencia. Eso que Benjamin denominaba 'imagen dialéctica'.

lunes, 31 de agosto de 2009

Le stade de Wimbledon


Hermosa la película de Mathieu Amalric, inspirada en una novela de Daniele del Giudice. Una historia que encantaría a Vila Matas, la de una chica que investiga la figura literaria de Robert Vohler (nombre extrañamente similar al de Robert Walser), conocido por no haber publicado ningún libro (otro Bartleby, sí). Una película que se narra en varios idiomas y que transcurre en varios países, en particular en esa ciudad que parece no pertenecer a ningún país que es Trieste (la Trieste de Joyce y de Italo Svevo). Maravillosa la escena final, donde la protagonista visita el estadio vacío de Wimbledon, momento en el que, contemplando las gradas vacías, quizás llegue a comprender el acto sublime de Robert Vohler, la soledad de un hombre que escribe para un público inexistente.

jueves, 27 de agosto de 2009

La alegría de los naufragios

Comienza aquí un nuevo proyecto narrativo, exclusivamente a través de internet. Creo que los trabajos narrativos necesitan un ritmo distinto al del blog usual, por eso intentaré actualizar este Proyecto Ódradek, si no diariamente, sí de manera regular. Quiero aclarar que esta no es una publicación de un texto ya acabado, sino que gozará de las virtudes y los defectos del work in progress, es decir, que irá tejiéndose y creciendo al hilo de los sucesivos post y los posibles comentarios. No escondo que da un poco de vértigo lanzarse de cabeza al océano de la red, sabiendo que las probabilidades de sobrevivir son escasas. Pero lo que nadie puede quitarnos es, durante el tiempo al menos que dure el aire en los pulmones, el placer de nadar. Y, en último extremo, la alegría del naufragio.

domingo, 23 de agosto de 2009

'Acabado en diamante', en Babelia

Ayer Manuel Rico hablaba en el suplemento cultural de El País de siete autores dentro del panorama renovador de la poesía; entre ellos, un servidor. Les dejo el enlace:

Siete rutas de la nueva poesía

jueves, 20 de agosto de 2009

Mercadona, Mer-ca-do-na...

Murcia en agosto es un desierto. Un desierto donde los espejismos tienen forma de edificios, calles vacías y carteles que dicen CERRADO POR VACACIONES. Lo bueno de conducir por un desierto es que uno puede aparcar donde quiera. Por ejemplo, en la puerta de un Mercadona, ese oasis donde abastecerse y sentirse rodeado, al fin, de un puñado de semejantes. Procuro ir al Mercadona con cualquier excusa. Para comprar una botella de ron blanco, para comprar pilas (procuro equivocarme de tamaño para tener que regresar a devolverlas y llevarme otras)... Me encanta esa voz que a través de la megafonía tararea eso de Mercadona, Mer-ca-do-na. Lo repito en la caja, lo repito de camino al coche. Estos días suena mejor que Cabo San Roque o Christina Rosenvinge. Es la melodía con la que uno esperaría que le abrieran las puertas del paraíso. C'mon everybody:

Mercadona, Mer-ca-do-na...

sábado, 15 de agosto de 2009

Murcia, again

Regreso a Murcia, ese lugar donde uno sabe con seguridad que puede contar con una mínima de 28 grados de temperatura en agosto. Uno necesita aferrarse a algunas certezas en la vida. Y ésa es una de ellas. Pienso en el futuro del libro (en particular, de los míos) mientras monto cajones de Ikea y estores del Leroy Merlin. Uno acaba envidiando a los carpinteros. He conocido a algunos capaces de disertar sobre el simulacro de Baudrillard después de construir una estantería. Cuando cantaba en 'La tragedia' y vaciaba botellas de Dyc lo hacía en un habitación aneja a una carpintería. El olor a serrín tiene a partir de entonces algo de inspirador y de embriagador, a un tiempo. Les dejo con una estupenda traducción de Mari-Ange Sánchez de uno de los poemas de 'Renacimiento'. Ojalá Mari-Ange se anime a traducirlos todos y un día podamos encontrar un Renaissance en una librería francesa. Una estantería construida por un carpintero francés que diserte sobre Quignard y Montaigne, par example.

Noche temática (algunas cosmogonías, sabes, se parecen tanto al Apocalipsis)

miércoles, 29 de julio de 2009

Gammagrafía ósea



Hoy estoy radiactivo. Literalmente. A las ocho y media de la mañana me han metido un chute de una solución de tecnecio (un elemento radiactivo) y me han mandado a beber mucho. Hasta las once y media. Luego me han tumbado (vuelta y vuelta) en un aparato que elaboraba una imagen de mi esqueleto a través de la radiación que emitía mi cuerpo (el tecnecio se pirra -literalmente- por los huesos). Me sentía una mezcla de Dr. Manhattan y de Jackson Pollock (expresionismo isotópico, podría llamarse esta nueva disciplina artística). Me han recomendado que, al menos por hoy, no me acerque ni a niños pequeños ni a mujeres embarazadas (no han dicho nada de gatitos ni de girasoles, aunque supongo que tampoco debiera tener tratos con estos seres delicados). Es difícil ser un superhéroe. Creo que me embarcaré en el primer vuelo hacia Marte.

jueves, 23 de julio de 2009

China-Madrid

Ya lo he dicho otras veces. Todos los negocios de la calle donde vivo son chinos. Mis vecinos son chinos. Compartimos un mismo patio, aunque realmente son ellos los que lo ocupan. Tienen macetas con plantas y un barreño lleno de peces. Por las noches cenan y charlan alrededor de una mesa colocada en el patio. Los chinos son seres comunales y ceremoniosos. Uno de ellos es alto y guapo, como un George Clooney de ojos rasgados. Otro salta a la comba y practica artes marciales. Los veo cuando tiendo la ropa o cuando me asomo por la ventana con el móvil pegado a la oreja, en busca de un poco más de cobertura. Los chinos siempre saludan, aunque en ese momento lancen al aire un mawuashi geri. Hay una chica nueva, quizás la mujer de uno de ellos, o de todos. Se mueve lánguidamente, lee el periódico y una especie de cántico maravilloso se cuela por la ventana abierta mientras plancho las camisetas. Viven y trabajan en esta calle porque el nombre de esta calle carece de erres. Si se dan cuenta, si giran ciento ochenta grados el mapa de Madrid, éste se parece mucho al de la India. No me extraña, por tanto, que mis vecinos sean chinos. La India y China comparten frontera. Si yo fuera hindú viviría en Jaipur. Y, por supuesto, seguiría amando a los chinos.


lunes, 20 de julio de 2009

El juego más divertido

Un relato veraniego en 54 semanas, a partir de una fotografía de Erik Molgora.

sábado, 18 de julio de 2009

Festival Cre-acción

Pego aquí el texto que preparé para el Festival Cre-acción, en Yecla, y que pretende ser una reflexión acerca de la literatura electrónica.


Blogs, literatura digital y una mínima propuesta para este milenio


Me gustaría comenzar esta charla desviándome o, más bien, centrando de otra manera el objetivo de esta misma ponencia. Se trata de marcar una linde entre dos términos que pueden parecer sinónimos pero que, a mi parecer, no lo son. Hablo de literatura electrónica y de literatura digital. Aunque ambos términos están relacionados, creo que merece la pena hacer una distinción previa. La diferencia fundamental sería la posibilidad de que el texto pueda ser intervenido y/o modificado por el receptor, es decir, el lector. Pondré un ejemplo. Un texto colgado en una página web podría catalogarse como literatura electrónica pero no como literatura digital. No pretendo ser original en esta taxonomía. En realidad me remito a ideas y conceptos de uso común en la reflexión estética, vinculadas sobre todo al ámbito de la imagen digital. La literatura digital sería por tanto, como ocurre en el blog y en el hipertexto, aquella parte de la literatura electrónica que incluye entre sus virtualidades la interrelación con el lector.

Del mismo modo que hablamos de imagen digital, creo que deberíamos aplicar idéntico término a la literatura que se propaga a través de los nuevos soportes (estos sí, electrónicos). Lo digital -una parte, al fin y al cabo, de lo electrónico- es aquello, sin embargo, que se contrapone a lo analógico. Algo que casi todo el mundo tiene claro cuando nos referimos al mundo de la imagen. ¿Pero cuál es la diferencia esencial entre ambos sistemas de representación/creación cuando nos restringimos al ámbito de la literatura? Lo digital, lo sabemos, se resume en una matriz configurada a base de ceros y unos. Los editores de imágenes digitales permiten retocarlas y modificarlas. A diferencia de lo que ocurría con el formato habitual de la imagen (papel, lienzo, etc), la imagen digital permite la interacción, el cambio. Lo digital -digamos- está a disposición del receptor, que tiene la posibilidad de reconfigurar la matriz que la codifica. Por ello dejaremos de lado aquí, al menos de momento, aquellos formatos electrónicos que no permiten la interacción del lector (páginas web, archivos PDF, etc), para dedicarnos a aquellos que consideran al lector/receptor como parte constituyente del mensaje. Estas modificaciones pueden ser de diversa naturaleza. Cualquier procesador de textos provee de herramientas para realizarlas. Pero, a diferencia de lo que ocurre con la imagen, la mayoría de dichas modificaciones (salvo las evidentes de cambio de tipo de letra, tamaño, subrayado, etc) reducirían el texto a la insignificancia. El lenguaje posee una reglas y una naturaleza distintas a las de la imagen y esto limita las potencialidades significantes de un texto. Dicho de otra manera, las modificaciones significantes de un texto están codificadas por la retórica clásica y, de hecho, son las extrapolaciones de dichas reglas (sustitución, permutación...) las que han podido extenderse con facilidad al tratamiento de la imagen gracias a las nuevas tecnologías. Podría decirse que no es la literatura la que se ha quedado atrás respecto a otras artes, sino que son el resto de artes las que han podido colocarse a su altura con el avance de las nuevas tecnologías.

De entre los medios en los que puede proliferar la literatura electrónica, sin duda es el blog uno de los que mayor potencialidad atesora. Precisamente el blog cumple dos de las normas que se impusieron con anterioridad para que pudiéramos hablar de literatura digital: la capacidad de cambio y la interactividad. A diferencia de lo que ocurre en una página web, un blog que no se actualiza va en contra de su propia naturaleza. Un blog que no permite comentarios puede pervivir, sin duda, pero renuncia a una de las potencialidades más interesantes del medio. Internet ha permitido (a través de este nuevo género que es el blog) democratizar el acceso y la publicación de una gran cantidad de contenidos literarios que de otra manera permanecerían inaccesibles a la mayoría de los lectores. Si el Renacimiento italiano supo incorporar a los ciudadanos de a pie a sus obras de arte hasta el punto de suscitar la queja del propio Pietro Aretino (hasta los sastres y los carniceros aparecen vivos en la pintura), nuestro tiempo ha permitido (perdonen la redundancia) un renacer de ese renacimiento al permitir que esos 'sastres y carniceros' dispongan de los medios artísticos para retratarse a sí mismos o para retratar el mundo que les rodea. A ello añade el blog, como ya hemos dicho, su capacidad para actualizarse en el tiempo, así como la posibilidad de que otros (bloggers o no) puedan hacer sus propios comentarios. Por todo ello, el blogger se convierte en un artista relacional (usando la terminología de Nicolas Bourriaud) y el post en una suerte de acto artístico donde lo que importa es la comunidad (de lectores y comentaristas) que genera alrededor de él, una comunidad (pequeña o grande) que mantiene un vínculo distinto al que imponen los modos de relación dictados por el mercado. Pongamos un ejemplo esclarecedor, el de los lectores del suplemento cultural de un periódico de tirada nacional, y el del blog dedicado a la crítica literaria. Quizás el primer grupo sea más numeroso, pero lo que importa reseñar aquí no es tanto el nivel cuantitativo sino el cualitativo. Mientras que el primero, de manera consciente o -casi siempre- inconsciente, transita un universo crítico mediatizado por los intereses editoriales y publicitarios, el segundo tiene la posibilidad de mantener su independencia, de modo que el único criterio que guía a sus administradores habrá de ser, en principio, el estético. Caso de que no sea así, al menos el lector tendrá la posibilidad de matizar o confrontar abiertamente la crítica a través de los comentarios. No resulta difícil augurar que el panorama, no sólo literario, sino crítico, evolucionará en los próximos años hacia posiciones cercanas a las que aquí se comentan, del monologismo actual hacia un dialogismo paulatinamente creciente.

Una de las objeciones a la blogosfera es que la proliferación de noticias en manos, digamos, de no profesionales pueda producir una falsificación de la realidad, que desaparecería bajo la hipertrofia de los simulacros. Dejemos tal preocupación a los periodistas y a los estudiosos de la metafísica, pues de lo que se está hablando aquí, hasta que no se demuestre lo contrario, es de literatura. Y en el caso particular de la literatura, lo que puede parecer alarmante a algunos críticos es que dicha proliferación de textos (de calidad literaria variable, es cierto) acabe confundiendo al lector, que terminaría por no saber distinguir, entre tal cantidad y variedad de oferta, el grano de la paja. Como desmentido a tal afirmación, bastaría la observación de un acto tan arraigado antropológicamente como el de una señora hurgando entre las ofertas de un outlet. Tras un tiempo razonable, la señora extraerá seguramente la prenda que colme sus expectativas o bien, en otro caso, pasará al siguiente montón. El tiempo de los lectores es limitado y éstos tienden finalmente, casi como una estrategia de supervivencia, a seleccionar entre la casi infinita gama de posibilidades de la blogosfera. Buscando el cobijo de la autoridad, podríamos mencionar a Boris Groys y su dualidad de lo profano y lo cultural para explicar que toda democratización, es decir, todo intento de lo real, de lo profano, de asaltar el castillo de lo cultural, acaba produciendo un efecto inverso, es decir, la asunción y la canonización de lo profano por parte de lo cultural. Ya ha pasado el tiempo suficiente desde los inicios de la blogosfera como para que podamos echar la vista atrás y reconocer algunos blogs o algunas webs literarias que ya empiezan a ser 'canónicas' y que se han hurtado, por tanto, a la indefinición caótica de los orígenes donde todos los gatos son pardos. El público lector necesita, al fin y a la postre, la vigencia de lo que Foucault llamaba 'función autorial', aquélla que permite seleccionar de entre el ruido de fondo de lo textual aquello más reseñable, es decir, la que impide una proliferación ad infinitum del sentido. Esta función autorial realiza, al fin y a la postre, el paso de lo continuo (de lo analógico) a lo discreto (lo digital). Un 'autor' no sería así, más que una imagen digital coherente de ese espacio salvaje y continuo en que consiste la literatura.

Hemos hablado hasta ahora de la pluralidad intrínseca a la escritura del blog, una pluralidad centrada en la recepción, una comunidad (la de los lectores) que puede reorientar y matizar dicha escritura con sus comentarios. Pero estoy convencido, asimismo, de que dicha pluralidad se da -al menos en un buen número de casos- en el propio escritor de blogs. Desde luego que los textos precursores de los actuales blogs serían los diarios. Al menos de esos blogs donde se desarrolla en el tiempo un discurso o una personalidad definida, 'rígida', si es que usamos la terminología deleuziana. Pero también -yo diría, más bien, sobre todo- se advierte en muchos blogs un proyecto de escritura que tendría más que ver con los hypomnémata griegos o los 'libros de la almohada' de la tradición japonesa. Se trata de una textualidad fragmentaria, hecha de anotaciones más o menos anecdóticas, con un carácter frecuentemente mnemotécnico, una corriente (la de las segmentariedades flexibles) que nunca ha sido dominante en la literatura ni en el pensamiento (salvo, quizás, en la época presocrática) y que en la actualidad parece emerger, reforzada por la sinergia de las nuevas tecnologías.

Para ir acabando, es lógico preguntarse hacia dónde nos conducirá este camino de la literatura digital, hasta qué punto modificará ya no sólo el soporte (del libro al e-book) sino el modo de escritura. Respecto a este tema creo que lo que llamamos literatura digital no es más que una componente más de la dominante cultural del tiempo que nos ha tocado vivir. No es razonable achacar a los blogs o a los medios tecnológicos la entera responsabilidad de la evolución futura de la literatura. Sí es cierto que la fragmentariedad y la liquidez (Bauman) propias del sujeto actual casan a la perfección con la velocidad de la tecnología. Un panorama futuro, para muchos probablemente dotado de tintes apocalípticos, sería el enunciado por Foucault precisamente al final de su reflexión titulada Qué es un autor:

Todos los discursos, cualquiera que sea el tratamiento que se les imponga, se desarrollarían en el anonimato del murmullo. Ya no se escucharían las preguntas tan machacadas: "¿Quién habló realmente? ¿Es él, efectivamente, y nadie más? ¿Con qué autenticidad o con qué originalidad? ¿Y qué fue lo que expresó de lo más profundo de sí mismo en su discurso?". Se escucharían otras preguntas como éstas: "Cuáles son los modos de existencia de este discurso? ¿Cuáles son los lugares reservados para posibles sujetos? ¿Quién puede cumplir estas diversas funciones de sujeto?". Y detrás de todas estas preguntas no se escucharía más que el rumor de una indiferencia: "Qué importa quién habla". (M. Foucault, 1970)

La experiencia dicta, sin embargo, que la literatura sigue a veces caminos insospechados, lejos de los lechos de Procusto bajo los cuales nos gustaría verla reposar. Hal Foster, aplicando una sentencia psicoanalítica al mundo del arte, afirma que lo latente siempre acaba regresando. Dicho de otra manera, que a su vez puede recordar a alguna vieja sentencia taoísta: el momento de algidez de un movimiento contiene a su vez el germen de su caída. La extrema rapidez de nuestros tiempos, las extremas velocidades a las que son sometidos nuestros cuerpos, nuestros sentidos y nuestras conciencias, acaban por producir, como afirma Virilio, una elipsis, una epilepsia perceptiva de la que no dan cuenta nuestros medios de comunicación. Quizás en estas ausencias que promueve la excesiva velocidad del mundo contemporáneo se encuentre el material de la literatura y del arte que viene. Acaso tendremos en el futuro que hablar de ese paisaje que resta invisible al otro lado del cristal de la ventanilla cuando uno se desplaza a trescientos kilómetros por hora, o de lo que queda de una imagen que muestra la pantalla de nuestro ordenador después de ese salto mortal que es el clic en el hipervínculo.

jueves, 16 de julio de 2009

Goudy old style

He cambiado de tipo de letra en mi procesador de textos. Pasé de la sobriedad espartana de la Times New Roman a la curvatura naïf de la Goudy Old Style. Es estupendo. Creo que el cambio de letra puede afectar a la propia literatura. Me está pasando. Posiblemente dentro de un tiempo sólo escriba en los cuadernillos Rubio, imitando la caligafía preciosista e infantil de los orígenes. Creo que sólo los niños pueden escribir bien. Esto me recuerda la historia de El discurso vacío, de Mario Levrero. Lean ese libro. Y cuiden su caligrafía.

martes, 14 de julio de 2009

Leibniz y la caracola

En la playa me quedo observando las toallas de los bañistas. Pero no en su diseño, ni en el estampado. Espero (tumbado en la mía) a que se levanten para fijarme en las concavidades que el peso de su cuerpo (su ausencia) ha dejado sobre ellas. Cada una de estas superficies curvadas (superficies diferenciales, en términos matemáticos) se corresponde con un modo particular de la ausencia. Mientras ellos disfrutan de su baño (yo lo hice hace tan sólo unos minutos) pienso en el vacío que sus cuerpos dibujan sobre ese pedazo de tela. Docenas de funciones de r2 en r3 a mi alrededor. Hasta que de repente un niño regordete sale del agua con algo en la mano. Un objeto que deposita sobre su toalla, justo al lado de la mía. Una caracola que acaba adornando el entrecejo del pequeño Simba que exhibe una sonrisa perenne bajo el sol castigador de este mediodía. De pie contempla su obra unos instantes. Luego la vuelve a tomar para devolverla al mar. Mientras tanto, yo pienso en esa pequeña modificación de la curvatura. En esa nueva y minúscula ausencia. Y en la necesidad de los infinitesimales en las matemáticas.

jueves, 9 de julio de 2009

Reliquias y telediarios

Siempre me interesó la reconversión o metamorfosis de estructuras simbólicas y antropológicas del pasado, que casi todos piensan desaparecidas para siempre, y que sin embargo perviven camufladas en nuestra contemporaneidad. Pienso en las reliquias de los santos, en los trozos de madera de la cruz donde murió Jesucristo. Si juntáramos los supuestos fragmentos conservados de la cruz, probablemente pudiésemos construir con ellos al menos una docena de cruces. Otra vez la ficción como hipertrofia de la realidad. Lo real deja de importar, convertido en una insignificante excusa para que se desarrolle el terreno de lo ficticio. Algo que tiene que ver de alguna manera con la proliferación exponencial de la información a partir de ciertos sucesos y que, según Baudrillard, conduciría a la desaparición de 'lo real'. Volviendo al asunto de las reliquias, yo enfocaría el asunto de una manera distinta a la del sociólogo francés. Creo que dicha proliferación de la información tiene que ver más con dotar de una cierta aura al acontecimiento que con el solapamiento de lo que hay tras él. La distancia temporal y crítica por parte del periodista a la hora de tratar el suceso, tan recomendable la mayoría de las veces, desaparece ante la avalancha informativa en 'tiempo real' posterior al acontecimiento que merece tal tratamiento mediático. Estoy convencido de que persiste una pulsión religiosa -y de alguna manera artística- tras dicho tratamiento. Y esa pulsión se materializaría en un doble sentido. Por un lado, dotando de 'aura' (mediática) a un asunto que puede ser en realidad intrascendente (¿regresará la Pantoja con Julián Muñoz?), por otro, creando la comunidad de los fieles, la ekklesía, los que hablarán y propagarán orbi et orbe la buena o mala nueva. Los rituales periodísticos y religiosos, qué duda cabe, se tocan.

jueves, 2 de julio de 2009

Antología del beso


Éste es uno de los poemas que podéis encontar en la Antología del beso, un libro coordinado y prologado por el poeta Julio César Jiménez:

El grillo

Siempre he detestado los poemas que hablaban de París y Roma
y de toda esa belleza acomodada tras la vitrina de un Museo y
en general los poemas donde el poeta habla del viaje
No soporto que me hablen de los viajes
el viaje es la épica y para eso están Homero y Cervantes
Por eso pido disculpas, porque ahora estoy en Cerdeña
en la Costa Esmeralda, en un promontorio
de Porto Petrosu, en la terraza de un aparthotel
y la vista es realmente hermosa y dan unas ganas tremendas de
explayarse sobre las glicinas y el pequeño alcornoque
y nuestra salamanquesa agazapada en la esquina del techo
y el sonido de la ducha, del agua rompiendo contra tu cuerpo
dócil como la arena
hasta que se escucha ese ruido, primero débil, cada vez
más fuerte, el estridular de ese grillo, un sonido tan frágil
y sin embargo capaz de demoler
todo este silencio
y en la enorme responsabilidad de adelantarse al resto
quizás todavía adormecidos por el calor o embriagados
por la quietud de la tarde, de saberse el primero
en romper esta apariencia de equilibrio, este espejismo
que algunos confunden con la belleza
(atisbo al otro lado del cristal tu cuerpo cubierto tan sólo
con la toalla del hotel, listo para la crema hidratante)
El deseo, una vez más
deshaciendo el poema

martes, 30 de junio de 2009

Las uñas de Deleuze



Siempre me ha resultado inquietante el aspecto de las uñas de ese enorme pensador del siglo XX, de plena actualidad en el XXI, que es Gilles Deleuze. Sorprenden en medio de la pulcritud del ambiente académico esas uñas larguísimas que convierten la mano del filósofo casi en una garra. He oído y leído varias explicaciones al respeto, desde la filosófica (una evidencia del deseo de Deleuze de 'devenir' animal -animal filosófico-) hasta la médica (las yemas de los dedos de Deleuze eran hipersensibles. El contacto con cualquier objeto le causaba un dolor insoportable. Las uñas serían, por tanto, una manera de protegerse de ese mundo exterior que lo hacía sufrir a través del sentido del tacto, un sentido, por otra parte, que reivindicaba una y otra vez en su filosofía). Otra explicación que se me ocurre es que Deleuze fuese en realidad un vampiro, una criatura que no se reflejaba en el espejo. Un anhelo que Deleuze compartía con esa otra criatura vampírica que es Borges. Ambos rechazaban el doble. En ese caso yo ya soy uno de ellos (hace tiempo que me dejé morder por ambos hasta el tuétano). Esto es un aviso. Ándense con @jo.

miércoles, 24 de junio de 2009

Bye, bye, kodachrome



La compañía Kodak acaba de anunciar que dejará de fabricar su famoso carrete de color, el kodachrome, debido al escaso número de ventas. Escuché la noticia esta mañana y no pude evitar que un cierto aire de nostalgia acabase empapando la madalena del desayuno. El kodachrome se convertirá sin duda en una pieza más de museo pero, antes de que esto ocurra, prometo acudir a una tienda de fotografía para hacerme con un último carrete. Es inevitable pensar en lá última fotografía que alguien haga usando uno de esos kodachrome, algo así como el último ejemplar de una especie antes de su definitiva extinción. ¿Quién la hará? ¿Cuál será el motivo? Sin duda esa última fotografía debería ser precisamente la de un kodachrome. Prometo, ya he dicho, hacerme con uno de ellos para colocarlo en mi particular tokoma. De vez en cuando lo tomaré entre mis manos como a una vértebra de tiranosaurio, encenderé junto a él una varilla de incienso, como haría con la imagen de un dios -otro más- extinto, de un abismado buda de lo analógico.

lunes, 15 de junio de 2009

Diagnóstico clínico-político

Estoy convencido. La derecha es paranoica y la izquierda es neurótica. Para la derecha la culpa siempre es del otro. La izquierda tiende a autoinculparse (¿no lo habré hecho mal? ¿no tendrá razón, al fin y a la postre, la derecha?). El examen de conciencia es de izquierdas. El dedo acusador es de derechas. El sentimiento de pertenencia pertenece (valga la redundancia) a la derecha. Este es de los míos, no importa que sea honrado o que delinca, se dice la derecha; y con esta frase exculpa a los desmandados. Yo no soy, al fin y a la postre, de los míos, es una frase que se repite el de izquierdas respecto a la tribu que lo cobija; de ahí su sentimiento permanente de exiliado. Ése es el motivo por el que el cambio de filas o las matizaciones ideológicas se produzcan con mayor frecuencia del lado de la izquierda. Porque alguien de derechas nunca se equivoca.

Como pueden ver, la estupidez es lo único que se reparte alíquotamente entre ambos bandos.

jueves, 11 de junio de 2009

Feria del libro de Madrid

Mañana estaré firmando ejemplares de Click en la caseta número 20 de la Feria del libro de Madrid, de seis a ocho de la tarde. Estaré encantado de saludar a todo el que pase por allí.

martes, 9 de junio de 2009

Se me olvidó que te olvidé

Un sujeto es un dispositivo
de almacenamiento
de memoria y olvido



Me parece que hay una componente en el ámbito de la creación que tiende a pasar desapercibida, sobre todo en estos tiempos donde la creación acontece a ritmo de información ("antes creábamos desde el conocimiento, ahora desde la información", A. F. Mallo). Me refiero al olvido. O, en otras palabras: se nos olvida el olvido. Estoy convencido de que todas las estrategias (sean artísticas o tecnológicas) que tienden a obliterar el olvido tienen una componente (casi siempre inconsciente) de neoplatonismo. Ya conocemos la objeción platónica acerca de la escritura. La escritura promovería el olvido de los saberes, que quedarían -una vez convertidos en escritura- reducidos a mero archivo, restando autonomía al ser humano. De ahí a su crítica republicana de los poetas hay sólo un paso. Era Petrarca el que distinguía entre dos tipos de poetas, el poeta hormiga y el poeta abeja. El primero se dedicaba a recopilar materiales heterogéneos que agrupaba hasta lograr algo semejante a un centón. El segundo era capaz de asimilar dichos materiales y obrar a partir de ellos la metamorfosis, el cambio cualitativo que va del polen a la miel -literaria, en el caso que nos ocupa-. El sujeto creador no puede ser -no solamente- un acaparador de citas, un maestro de intertextualidades, so pena de caer en cierto autismo creativo (¿no es el autista, acaso, como el Funes del cuento de Borges, aquel que no puede olvidar, que recuerda listados y nombres absurdos a los que no puede dotar de sentido?). Un sujeto no es sólo alguien que recuerda sino, fundamentalmente, 'algo' que olvida, que entiende que cada instante, que cada lectura, tiene algo de inapresable. La subjetividad se muestra, entre otras cosas, por su capacidad de rescatar las percepciones e impresiones del olvido. Las sensaciones y emociones difieren poco de una persona a otra (la vida, para bien o para mal, no ofrece demasiadas variables al respecto). Lo que diferencia a un sujeto de otro, a un creador de otro, es su manera de traer al presente los materiales caídos en el olvido. El olvido -mejor no olvidarlo- es, pues, el mayor garante de la diferencia. Es gracias al olvido que dichos materiales pueden confundirse, malentenderse, entremezclarse y entrar en la extraña combinatoria (casi siempre inconsciente) de la que surgirá el acto creativo. Esa miel de la que hablaba Petrarca.

martes, 2 de junio de 2009

Quod erat demostrandum II

-Miente, dijo el comisario.

-¿Y cómo puede estar tan seguro?

-Mira, Lucas, la realidad es una sustancia plástica, deformable hasta el infinito. Un buen interrogador siempre es capaz de descubrir cuándo miente un testigo. Por mucha imaginación que tenga, llega un momento en el que se descubre el pastel. Sólo es necesario dejarlo hablar, que desgrane la trama del relato, mientras asentimos en silencio. Luego debemos indagar acerca de los detalles. Algo de lo que el interrogado también, quizás, salga airoso. Si ocurre esto, entonces debemos acudir a los detalles más nimios. Quiero decir olores, colores, impresiones subjetivas, el grano fino de la realidad, aquello que sólo es accesible a través de una lente potente. Pueden excusarse, quizás, en el olvido, en la falta de atención en un momento como aquél. Por ahí empezarán a desmoronarse. La realidad posee un carácter continuo. Cada instante puede ampliarse. La ficción, sin embargo, es discreta, discontinua. Por mucha literatura que usen los escritores, por muchas bibliotecas que construyamos para contener sus libros, jamás podrán agotar la realidad de un sólo instante. El falso testigo narra, Lucas. La verdad acontece.

-Eso me recuerda a la paradoja de Zenón. A la razón le resulta imposible demostrar que Aquiles acabe atrapando a la tortuga. Y sin embargo ocurre.

-Exactamente, Lucas. Lo cual sólo confirma que la razón miente.