lunes, 12 de noviembre de 2007

Un síntoma

El affaire entre nuestro rey y Chávez no es más que un síntoma de los tiempos que corren. Un gobernante calificando a otro ex-gobernante de fascista mientras que el superhéroe del consenso intenta llevarlo por el buen camino insistiendo en la necesidad de dialogar sin llegar al insulto. Y entonces la autoridad simbólica de un rey espoleada por el resorte de la adrenalina gritando ese memorable "por qué no te callas". Y luego su majestad saliendo de la sala, un acto, pese a todo lo que se ha dicho, inteligente. ¿Dónde estaba la autoridad? ¿Acaso se puede insultar en una conferencia internacional a un ex-dirigente y seguir cómodamente instalado en el asiento? La dinámica de nuestras aulas parece extenderse a la política internacional (al menos a la iberoamericana). Un niño gritando "fascista, fascista, fascista..."; otro niño gritando "no digas eso, no digas eso, no digas eso...". Y el delegado de la clase que se marcha porque no puede soportar la impotencia. (Sí, niños, el disenso existe, estaba ahí desde el "Érase una vez...". No lo olvidéis). Y mientras tanto... ¿Dónde estaba la dirección?

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